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El arcángel San Rafael

San Rafael es el gran protagonista del libro de Tobías o Tobit. Compañero de viaje de Tobías, hijo de Tobit (hombre justo y fiel a la religión judía), se hace pasar por Azarías, un joven que se dice conocedor de los caminos que va emprender hasta Ragües o Rages, en la antigua región de Media. En el recorrido, Azarías aconseja a Tobías sacar de las aguas del río Tigris un gran pez que había atacado al muchacho; también siguiendo sus consejos, Tobías le extrae la hiel, el corazón y el hígado para servir de medicina, y comen y guardan el resto como alimento. Al llegar a Ecbatana, a la casa de Ragüel, pariente de Tobit, Azarías insta a Tobías a pedir por esposa a Sara, una mujer muy hermosa pero afligida por la desgracia causada por el demonio Asmodeo, quien había ido dando muerte uno tras otro a sus siete maridos en la noche de bodas antes de consumar el matrimonio. Ahora, Azarías aconseja de nuevo a Tobías: debe quemar el corazón y el hígado del pez en la habitación; así, el demonio Asmodeo huye con el humo y Sara vence la maldición que le ocasionaba. Habiendo recuperado el dinero prestado que necesitaba Tobit, los jóvenes esposos regresan con Azarías.

La curación de Tobit

En Nínive, una vez más según las recomendaciones del guía, el hijo unge con la hiel del pez los ojos de su padre, que había quedado ciego por el excremento de unos pájaros2012-05-03_el_arcangel_san_rafael_y_tobas_siglo_xcvi_mexico (según la versión de la Vulgata, unas golondrinas), y así Tobit recupera la vista. Entonces, cumplida tan eficazmente su misión, Azarías exhorta a los personajes a bendecir a Dios y manifiesta su realidad: “Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles santos que asistimos delante del Señor y presentan las oraciones de los santos y entran en la presencia de la gloria del Santo” (Tob 12,15). Advierte que Dios le envió para cumplir toda esta tarea, curar a Tobit y librar a Sara del demonio Asmodeo. Los personajes se asustan, pero San Rafael les indica que no teman y les desea la paz y que bendigan a Dios eternamente. Su nombre en hebreo significa “Dios cura” o “medicina de Dios”; de hecho, en el judaísmo posterior sería el patrón de los médicos.

Es muy interesante lo que les dice el arcángel, según una de las versiones del texto, pues no todas recogen sus palabras de forma completa y, debido a las dificultades que plantea la crítica, con frecuencia se desecha lamentablemente en las traducciones más usuales hoy: “Cada día andaba yo a vista de vosotros; y no comía ni bebía, sino que era visión lo que veíais. Yo me sustento de un manjar invisible y de una bebida que los hombres no pueden ver. Y ahora bendecid al Señor de la tierra y confesad a Dios, pues subo al que me envió. Y escribid en un libro todas las maravillas que os han acontecido” (Tob 12,19-20). Tomamos el texto de la versión de Francisco Cantera en la edición Bover – Cantera, ya que se trata de un gran hebraísta y conocedor de la Biblia, posiblemente el mejor en España a mediados del siglo XX y en su segunda mitad; conste el desinterés en esta afirmación, ya que no guardo parentesco con él. Tristemente, los deseos “desmitificadores” o “demitificadores” se han cebado con el libro de Tobías o Tobit, entre otros más de la Sagrada Escritura, y esto afecta también a muchas versiones hoy al uso en ámbitos católicos.

El manjar y la bebida invisibles son casi seguro la visión de Dios de que gozan los ángeles. Por otro lado, se observa que el cuerpo del que se pueden valer los ángeles en sus apariciones a los hombres no es un cuerpo real como el asumido por Nuestro Señor Jesucristo en la Encarnación, sino un cuerpo aparente, ya que el ángel no asume la naturaleza humana como sí lo ha hecho el Hijo de Dios.

Según el apócrifo libro I de Henoc o Enoc, San Rafael es el encargado de los espíritus de los hombres, así como de sus heridas y enfermedades (1Hen 20,3; 40,9).