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Educación de la sensibilidad

El término sensibilidad es afín a perfección, bondad, amor y justicia y requiere el ejercicio de la atención y de la observación más delicada. Únicamente quien desciende hasta el detalle, está en condiciones óptimas para descubrir matices y caer en la cuenta de lo que pasa a su alrededor. Hay personas que “se enteran” y otras que no, porque esa capacidad para percibir sólo se desarrolla en ambientes en los que no domina el  desinterés, el ruido o la superficialidad como forma de vida.

Podríamos preguntarnos ¿qué tiene de malo carecer de sensibilidad? La respuesta sería que tendríamos grandes dificultades para descubrir el bien. Y el bien es una referencia necesaria para dirigir nuestra vida. Si no descubrimos dónde está el bien, la vida se convierte en un amasijo de problemas a los que no encontramos sentido.

Demos un paso más. La sensibilidad posibilita descubrir el bien y la elección del bien capacita para descubrir la belleza porque nos hace sensibles. A base de elegir hacer cosas buenas, vamos adquiriendo una segunda naturaleza cualitativamente mejor que la primera, y que tiene una capacidad mayor para sintonizar con la belleza. Esto es determinante porque hace posible el recrearnos, el poder experimentar interiormente un gozo ante lo bello.

¿Y qué cosas sirven para educar la sensibilidad?

La contemplación del paisaje es una de las mejores actividades para despertar nuestros resortes interiores hacia la sensibilidad. Apreciar una puesta de sol, ensimismarse en el silencio de un bosque, relajarse con el murmullo del agua al descender entre las piedras de un río, etc.

El silencio es otro elemento configurador de la sensibilidad porque permite el recogimiento interior. El aturdimiento, la saturación de palabras y de ruidos, impiden la reflexión acerca de nuestra existencia. Sin silencio no hay vida interior, ni pensamiento propio, ni espíritu crítico… ni sensatez. Los momentos más sublimes, las vivencias más profundas, las apreciaciones más interesantes, con frecuencia, provienen de lo estético que emana de la pintura, la escultura, la música o la poesía. Sin una educación estética la vida de la persona queda gravemente empobrecida. Y, únicamente, mediante la educación, la acción de mirar puede convertirse en capacidad para admirar lo ya conocido. Por eso ¡qué importante es educar la sensibilidad!