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Dios vendrá y nos salvará

Dios reprende a los que ama. Evangelio del día

El desierto y el yermo se regocijarán,
se alegrarán el páramo y la estepa,
florecerá como flor de narciso,
se alegrará con gozo y alegría.
Tiene la gloria del Líbano,
la belleza del Carmelo y del Sarón.
Ellos verán la gloria del Señor,
la belleza de nuestro Dios.
Fortaleced las manos débiles,
robusteced las rodillas vacilantes,
decid a los cobardes de corazón:
sed fuertes, no temáis.
Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite;
viene en persona, resarcirá y os salvará.
Se despegarán los ojos del ciego,
los oídos del sordo se abrirán,
saltará como un ciervo el cojo,
la lengua del mudo cantará,
y volverán los rescatados del Señor.
Vendrán a Sión con cánticos:
en cabeza, alegría perpetua;
siguiéndolos, gozo y alegría.
Pena y aflicción se alejarán.

Salmo

Sal 145, 7. 8-9a. 9bc-10
R. Ven, Señor, a salvarnos.
El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,
hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos.

El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos.
Sustenta al huérfano y a la viuda,
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.

Lectura 2

Manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca
Lectura de la carta del apóstol Santiago 5,7-10

Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor.
El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía.
Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca.
No os quejéis, hermanos, unos de otros para no ser condenados. Mirad que el juez está ya a la puerta.
Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.

Evangelio

¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,2-11
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras de Cristo, le mandó a preguntar por medio de dos de sus discípulos:
- ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?
Jesús les respondió:
- Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. ¡Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí!
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:
- ¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? O qué fuisteis a ver, ¿un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis, a ver a un profeta?
Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: «Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti».
Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista, aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.

Comentario del Papa Francisco

La liturgia nos invita a acoger el espíritu con el que acontece todo esto, es decir, la alegría. San Pablo nos invita a preparar la venida del Señor asumiendo tres actitudes: la alegría constante, la oración perseverante y el dar gracias continuamente.  1ª.  Sobre la primera: permanecer siempre en la alegría incluso cuando las cosas no van según nuestros deseos. Las angustias, las dificultades y los sufrimientos atraviesan la vida de cada uno, y tantas veces la realidad que nos rodea parece inhabitable y árida. Él ha venido a la tierra para dar de nuevo a los hombres la dignidad y la libertad de hijos de Dios, que solo Él puede comunicar.  2ª. Esta alegría se basa en la oración perseverante: por medio de la oración podemos entrar en una relación estable con Dios, que es la fuente de la verdadera alegría. La alegría del cristiano viene de la fe y del encuentro con Jesucristo, razón de nuestra felicidad. Cuánto más estamos enraizados en Cristo tanto más reencontraremos la serenidad interior, incluso en medio de las contradicciones cotidianas. Un cristiano no puede ser un profeta de desventuras, sino un testimonio y un heraldo de alegría. Una alegría para compartir con los demás, una alegría contagiosa que hace menos difícil el camino de la vida.  3ª. Por último, el dar gracias continuamente hace referencia a reconocer siempre sus beneficios, su amor misericordioso, su paciencia y bondad, viviendo así un incesante agradecimiento.