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Continúan los desafíos

Lo que sí despierta preguntas, inquietudes y reticencias es el alcance de dicha afectación. O sea, cuánto nos impacta y cómo nos impacta. Pues bien, pienso que aún no estamos en condiciones de medir las consecuencias de esta vorágine. Antes teníamos que encender la televisión, comprar el periódico o sintonizar la radio para tomar nota de lo que ocurría

en el mundo. Ahora, en cambio, llevamos un teléfono en el bolsillo que nos comunica –en cuestión de segundos– con el vecino, el primo en México o los periodistas en Rusia. ¿Hay ventajas en esa inmediatez y facilidad para salvar tiempos y espacios? Por supuesto. ¿Y peligros? Sin duda.

Una de las características más significativas de estas nuevas tecnologías es que nos afecta

casi por igual a casi todas las generaciones. A diferencia del alcohol o la pornografía, cuyo consumo suele darse a partir de la adolescencia, el uso de las redes sociales se expande sin límites etáreos de ningún tipo. Tan fácil un niño desliza su dedo por la pantalla de la tablet para saciar su hambre de vídeos en Youtube como un anciano pasa horas investigando en una página web sobre manualidades. Internet, en fin, sigue desplegando sus tentáculos y expandiéndose más allá de lo imaginable, pero no debemos perder la paciencia ni la objetividad. Se trata de afrontar el reto con entusiasmo y optimismo, tal y como ha ocurrido en otros muchos momentos de la historia en que surgían nuevas ideologías o creaciones. El Papa emérito Benedicto XVI lo resumió fabulosamente durante un discurso en la XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: “Las nuevas tecnologías no modifican sólo el modo de comunicar, sino la comunicación en sí misma, por lo que se puede afirmar que nos encontramos ante una vasta transformación cultural. Junto a ese modo de difundir información y conocimientos,

nace un nuevo modo de aprender y de pensar, así como nuevas oportunidades para establecer relaciones y construir lazos de comunión”.

Mi preocupación va dirigida, sobre todo, a los niños y adolescentes, para quien el Papa también tuvo unas palabras: “Los jóvenes están viviendo este cambio en la comunicación con todas las aspiraciones, las contradicciones y la creatividad propias de quienes se abren con entusiasmo y curiosidad a las nuevas experiencias de la vida.

Cuanto más se participa en el espacio público digital, creado por las llamadas redes sociales, se establecen nuevas formas de relación interpersonal que inciden en la imagen que se tiene de uno mismo. Es inevitable que ello haga plantearse no sólo la pregunta sobre la calidad del propio actuar, sino también sobre la autenticidad del propio ser”. En eso toca centrar la atención, por tanto, a toda costa.