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Cómo se desgasta la autoridad de los padres (y III)

Escritor

Una vez que se han hecho unas propuestas y se han concretado unas metas y unos encargos -la casa es un hogar, no un hotel, y todos tienen una tarea en el cuidado de la misma- habrá que cumplir dichos encargos, como una forma de servir a los demás, y apuntar a las metas.
Para recuperar el prestigio es bueno:
Mostrar optimismo esforzándose en descubrir lo positivo de cada hija, de cada hijo.
Dar confianza, tiempo, en las cosas que se proponen para hacer como encargo… y pasado ese tiempo, supervisar si se ha hecho bien el encargo. 
Mostrar serenidad a la hora de corregir o de hacer una indicación sobre lo que se había quedado. Evitar “sermonear” si no se ha hecho. Y lo que haya que decir a la hija/hijo se dice a solas, de manera clara y positiva, sin humillar. Dejarse llevar por los nervios empeora las situaciones. Está comprobado que las hijas y los hijos adoptan posturas serenas cuando están ante una persona tranquila, que responde con un tono de voz sosegado y conciliador.
Ejercitarse en la paciencia para vencer los altibajos en el estado de ánimo derivados de determinadas circunstancias, exigencias de trabajo, exámenes, etc. Y hablar de ello, cuando esas circunstancias puedan ser el factor que distorsione la armonía.
A la hora de seguir el estudio y los problemas de los hijos, valorar el esfuerzo que hacen… aunque los resultados académicos no acompañen. Y para ayudarles con sus problemas, es bueno hacerlo reservadamente. No delante de sus hermanas o hermanos. Así, se transmite el respeto por su intimidad.
Huir del perfeccionismo. El trabajo se ve cuando está bien o es una chapuza. Ahora bien, el perfeccionista es como un dolor de muelas que genera malestar.
Prestar más atención al buen comportamiento que a las conductas negativas. Si atiendes a los aspectos positivos de tus hijas y de tus hijos, ¡potenciarás sus comportamientos positivos! Y serás un buen padre, una buena madre para ellas/ellos.