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Combatir el sufrimiento con el valor del bien

Esto resulta claro cuando las sufrimos en carne propia, por supuesto, pero también cuando las vemos en nuestros seres queridos. En la anterior colaboración escribí sobre el suicidio, la depresión y sucedáneos: cómo su sombra va extendiendo sus alas peligrosamente, y cada vez más, a lo largo y ancho del orbe. Hace poco comprobé que mis teorías tienen un sustento real. O sea, que la ciencia corrobora lo que intuía. El Estudio Pasos de la Fundación Gasol, que analizó a finales de 2022 la situación de casi 3.000 menores españoles de entre 8 y 16 años y los compara con los datos obtenidos en 2019 (último año prepandemia), arroja información clara y contundente. Más allá de cuestiones acerca del sobrepeso y la obesidad, analiza los hábitos saludables de los menores y su bienestar emocional. Aquí sólo anotaré una cifra demoledora: “un 40.1% de las niñas españolas de

entre 8 y 16 años declara sentirse preocupada, triste o infeliz”. En el caso de los niños, curiosamente, se reduce a la mitad, un 23.9%. En pocas palabras, cerca de la mitad de las niñas y adolescentes españolas se sienten tristes, insatisfechas.

No quiero caer en el simple lamento, ojo, sino en un diagnóstico que nos lleve a la reflexión y, sobre todo, a la acción. Y es que es algo demoledor y terrible, creo, porque, pese a los continuos avances de la ciencia, por dentro el ser humano no está progresando al mismo ritmo. Año tras año se descubren y se inventan nuevas formas de entretener a las personas, de satisfacerla en lo material, de cumplir sus expectativas, pero no se consigue dar con la tecla de la felicidad. Mejor dicho, parece claro que la alegría auténtica no tiene tanto que ver con poseer tal o cual coche, con estar suscrito al último plan de Netflix, con viajar a Cancún o a Machu Pichu, sino con el presente. La melancolía y la tristeza tienden a volver la mirada sobre el pasado, mientras que la ansiedad y el estrés a menudo sólo apuntan hacia el futuro.

En cambio, si tratamos de combatir el sufrimiento, la angustia, el frenesí de “lo que pasó

o podía haber pasado” o de “lo que pasará”, con el valor del bien que hago aquí y ahora, muchos de los problemas nuestros se simplificarían. Lo dijo Jesús de una forma incontestable: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todo se os dará por añadidura. No os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos” (Mt 6,33-34).