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Catolicismo social en Francia en el siglo XIX: De Mun y La Tour du Pin

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El primero abandonó la carrera militar para entregarse a la política, la economía y el reformismo social. Como oficiales del Ejército francés, ambos estuvieron un tiempo prisioneros durante la Guerra Franco-Prusiana de 1870-71, ocasión en la que trabaron amistad entre sí y pudieron conocer las ideas e iniciativas del primer catolicismo social alemán, promovido sobre todo por monseñor Ketteler. En 1871 ahondaron más aún en su conciencia social al ver la trágica experiencia de la “Comuna de París”, lo cual les decidió a fundar la “Obra de los Círculos Católicos de Obreros” y a extenderla a nivel nacional, en colaboración principalmente con el religioso paúl P. Meignen, quien ya había dado nacimiento a los primeros en el propio París en 1850. La Obra creció rápidamente y en 1875 había ya 150 círculos con 15.000 obreros, cifra que cinco años después se elevaba a 40.000. En 1878-83, La Tour du Pin participó en la organización de la “Unión Católica de Estudios Sociales y Económicos” (“Unión de Friburgo”), presidida por monseñor Mermillod. De Mun, por su parte, que combatía activamente como diputado en la “Cámara Nacional” desde 1876, crearía en 1892 la “Liga de Propaganda Política y Social del Sagrado Corazón”.

Obreros patronos con igual dignidad y derechos

La Tour du Pin conoció en Viena al barón Vogelsang y a sus colaboradores y se vio influido por ellos, de tal manera que defendió la sustitución de la separación “horizontal” en clases sociales por una organización “vertical” en corporaciones profesionales, uniendo a obreros y patronos con igual dignidad y derechos, en total solidaridad por el bien común. También propuso un conjunto de reformas morales y una completa transformación económica y política que, superando los males del Estado centralista e individualista liberal francés, condujese a un Estado equilibrado en sus prerrogativas por las corporaciones sociales y católicas. Por su parte, de Mun advirtió en el campo teórico que los males de la clase obrera eran consecuencia del liberalismo y del espíritu revolucionario, pues la libertad revolucionaria es la libertad de la fuerza y del poder. Así defendió soluciones económico-sociales acordes con la justicia y la moral cristiana, además de la restauración de las corporaciones para, bajo el amparo del Estado, funcionar autónomamente y reconciliar a las partes implicadas en la producción (capital y trabajo). También luchó por la mejora de las condiciones laborales: descanso dominical, supresión del empleo de menores y del trabajo nocturno de mujeres, implantación de una legislación de seguridad social que protegiese contra accidentes de trabajo y enfermedad…

Diplomacia vaticana

Sin embargo, lamentablemente la diplomacia vaticana no animó a los católicos franceses a agruparse en un partido político y por eso no lo constituyeron de Mun y La Tour du Pin, que lo habían proyectado y se auguraba un éxito muy notable si lo hacían. Todo lo contrario haría la misma diplomacia vaticana en España, promoviendo la creación de la “Unión Católica” por parte de Alejandro Pidal y Mon y del historiador y polígrafo Marcelino Menéndez Pelayo; en este caso, fue un estrepitoso fracaso: el partido obtuvo unos resultados ridículos en las elecciones, se disolvió a los tres años (1881-84) y frustró la ascendente fuerza parlamentaria del carlismo tradicionalista al dividir el voto y crear cierto desconcierto entre los católicos.