Usted está aquí

Cada uno de nosotros es querido y amado por Dios

Quisiera proponer una breve reflexión sobre nuestro ser hijos de Dios. Tomemos como punto de partida nuestro ser simplemente hijos: esta es la condición fundamental que todos tenemos en común. (…) Venir al mundo no es nunca una elección nuestra. (…) Sin embargo, durante la vida podemos madurar una actitud libre ante la vida misma: podemos acogerla como un don (…). Ese paso marca una inflexión de madurez en nuestro ser y en la relación con nuestros padres, que se llena de gratitud”. (…)

 “También respecto a Dios somos todos hijos. Dios está en el origen de la existencia de toda criatura, y es Padre de modo singular de cada ser humano: mantiene con él o con ella una relación única, personal. Cada uno de nosotros ha sido querido, y es amado, por Dios. (…) Mediante la fe, mediante un ‘sí’ profundo y personal a Dios como origen y fundamento de mi existencia, (…) yo acojo la vida como un don del Padre que está en los Cielos, (…) al que siento en lo más profundo del corazón como Padre mío y de todos mis hermanos de la humanidad, un Padre inmensamente bueno y fiel”.

“Esta fe en Dios Padre se basa en Jesucristo: su persona y su historia nos revelan al Padre (…). Creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, permite ‘renacer de lo alto’, es decir, de Dios, que es Amor. (…) Este es el sentido del sacramento del Bautismo: es un nuevo nacimiento, que acontece gracias al Espíritu Santo”.

 “Este domingo concluye el tiempo de Navidad. Demos gracias a Dios por este gran misterio (…). Dios se ha hecho hijo del hombre, para que el hombre se convierta en hijo de Dios. Renovemos por tanto la alegría de ser hijos: (…) nacidos del amor de un padre y una madre, y renacidos del amor de Dios mediante el Bautismo”.

(Ángelus, 8 Enero 2012)