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Brújulas y veletas

Hay que tener presente que los mensajes que recibirán de la calle, amigas/amigos,  Internet y Tv estarán en contradicción con los valores que se pretende fomentar en el hogar. Por eso, hay que preparar a los hijos para que aprendan a vivir según esos   de los impulsos, el deseo de quedar bien o de planteamientos como “no hago daño a nadie”, “me gusta y me apetece” o “no es malo si todos lo hacen”…

Por eso, el énfasis a la hora de educar, no debe ponerse sólo en lo que es nocivo, sino en el recorrido que antecede a la elección de lo nocivo y las consecuencias que derivan de dicha elección. Habrá que dedicar tiempo a explicar a los hijos cuál es el momento en que tienen que rechazar, o no, lo que se les ha ocurrido. Dos ejemplos…

1. Se les puede ocurrir coger algo sin pedir permiso, porque la otra persona es de confianza, y cogerlo sin más, y sin caer en la cuenta que están actuando mal dado que la otra persona no tiene conocimiento de ello. Tienen que aprender a respetar las cosas de los demás y saber que coger cosas sin permiso no está bien.

2. No se puede decidir ser madre o padre de un niño cuando este tiene un año o un mes de gestación: el tiempo para decidir es anterior. Ahora ¡ya eres padre/madre! y no puedes desentenderte del hijo.

Es esta educación del recorrido que antecede a la elección, la que requiere tiempo, paciencia y conversaciones. Y es importante aclararles la diferencia que hay entre sentir y consentir; entre “pasar por la cabeza” y hacerlo; entre tener el prestigio y el reconocimiento social como valores que definan su trayectoria diaria y “supeditarlo todo a ello”, porque atentarán contra la justicia o la caridad al “querer quedar bien por encima de todo”.

Proponer ejemplos para vean que no todos los valores tienen el mismo calado moral y que la responsabilidad y la honradez con que abordamos las distintas situaciones que la vida nos depara, son consecuencia de las decisiones que tomamos respecto a unos principios que nos orientan como la brújula, no como la veleta.