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Aportando referentes sólidos

Escritor

¿Cómo se les puede ayudar a vivir con un optimismo esperanzado que no se desinfle con la primera dificultad que tengan? Mostrándoles -con el ejemplo- que el Espíritu Santo susurra, por eso, es importantísimo dedicar un rato cada día a escucharle y acoger lo que les dice; a contarle lo que les da miedo; a pedirle ayuda y sentir su compañía en todo instante… ¡Así llenarán su hondón de optimismo!

Serían ingenuos unos padres que pasaran por alto los posibles riesgos al fracaso de sus hijas y de sus hijos respecto de las cosas que tienen que hacer en el día a día. ¿Qué pueden decirles para que ese optimismo no se convierta en pesimismo? Que el fracaso -en cualquier materia- nunca es el resultado final de cualquier cosa que emprendan; nunca es una batalla perdida. Lo han de ver como un obstáculo que surge en el camino pero que es preciso superar. Los fracasos -para quienes cuentan con Dios- sirven para superarse y madurar, nunca para tirar la toalla.

Otro objetivo capital -a la hora de aportar referentes sólidos a los hijos- es hablar de un valor que hoy da miedo a tantas personas y, por eso, es fundamental: el compromiso.  Tienen que ejercitarse en controlar la imaginación para no verse zarandeados por los vientos de la ilusión o de la fantasía. Tienen que saber que sólo se puede comprometer la persona que es libre. Quien se ve paralizado por el miedo, no es libre porque no ha aprendido a superarlo. Quien piensa que si se compromete pierde su libertad, está en un error, porque encamina su vida a vivir en la indecisión y la “pobre felicidad” derivada del egoísmo que nunca llena ni satisface.

Transmitirles que comprometerse es: acoger, ayudar, ser valiente, conectar con la realidad, plantar cara a los miedos para superarlos, gozar del regalo que supone vivir con otra persona; ejercitar el esfuerzo, el sacrificio, la generosidad y -como consecuencia- experimentar la dicha que comporta toda entrega a alguien o algo noble.