En este número he pensado complementar dicho artículo con otras ideas que puedan enriquecer lo expuesto en dicho artículo.
Para favorecer la configuración de una actitud positiva ante la vida -decía- es fundamental la presentación de unos referentes sólidos. Y propongo hablar a los hijos de la existencia de un Padre que tiene corazón de Madre y que nos ha regalado la vida. Vida que está compuesta por dos partes. La primera parte la vivimos en el tiempo, la segunda del tiempo. Eso es la eternidad, donde ya no hay semanas, ni meses, ni años.
¿Qué tenemos que hacer en la primera parte de nuestra vida? Aprender a hacer aquello en lo que consiste la vida en la eternidad: amar. Este es un planteamiento que forjará en las hijas y los hijos un ideal nítido en el afán de cada día.
¿Cómo se aprende a amar y se forja esa actitud, ese afán?
- Eligiendo hacer el bien, no el mal. Cuando elegimos el bien nos hacemos mejores y generamos un ambiente positivo en el ámbito en el que nos movemos: familia, vecindad, trabajo, colegio, barrio, pueblo, ciudad…
1º. Eligiendo decir la verdad, no la mentira. ¡qué pena mentir por evitar pasar un mal rato, por miedo a que nos reprendan, por conseguir un aplauso, por vanidad, por querer quedar bien!…
2º. Teniendo la valentía para pedir perdón cuando tengamos que hacerlo y saber perdonar cuando alguien nos haya ofendido.
3º. Estando más pendiente de los demás que de nosotros y nuestros gustos, caprichos o apetencias. Así tendremos una disposición activa para ayudar y colaborar sin esperar siempre a que nos lo pidan.
¿Hay más referentes sólidos y motivaciones profundas que pueden ayudar a las hijas/hijos a vivir con decisión sus vidas? Por supuesto que sí, pero es bueno que se comience con un aspecto y -como comenzamos el curso- este es capital.
