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Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño

En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dice: 
- Aquél de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret. 
Natanael le replicó: 
- ¿De Nazaret puede salir algo bueno? 
Felipe le contestó: 
- Ven y verás. 
Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: 
- Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño. 
Natanael le contesta: 
- ¿De qué me conoces? 
Jesús le responde: 
- Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. 
Natanael respondió: 
- Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. 
Jesús le contestó: 
- ¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores. 
Y le añadió: 
- Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.

Comentario del Papa Francisco

La primera predicación de los Apóstoles en Jerusalén llenó la ciudad de la noticia de que Jesús había verdaderamente resucitado según las Escrituras, y era el Mesías anunciado por los Profetas. Los sumos sacerdotes y los jefes de la ciudad intentaron reprimir el nacimiento de la comunidad de los creyentes en Cristo e hicieron encarcelar a los Apóstoles, ordenándoles que no enseñaran más en su nombre. Pero Pedro y los otros Once respondieron: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Entonces hicieron flagear a los Apóstoles. Y ellos se marcharon, “contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús”. ¿De dónde les venía la alegría y la valentía del anuncio? El Señor que estaba con ellos y el Espíritu que les impulsaba a la predicación explican este hecho extraordinario.