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Acción de los ángeles custodios

SANTO Tomás de Aquino afirma que a cada uno de los hombres, mientras camina por este mundo, se le da un ángel que le guarde, porque va por un camino lleno de peligros. Pero,

cuando haya llegado al término de este camino, ya no tendrá ángel custodio, sino que tendrá en el cielo un ángel que con él reine o en el infierno un demonio que le torture. Por lo tanto, el ángel de la guarda será correinante en el Cielo con el hombre al que ha custodiado en la tierra. Siguiendo también la opinión del Aquinate, a cada hombre custodiado corresponde un ángel distinto, de suerte que ningún ángel se encarga de custodiar a dos o más hombres, pero sí es probable que una persona con especial responsabilidad por su cargo - por ejemplo, el Papa - tenga dos o más ángeles de la guarda (Suma Teológica, I, q. 113, a. 2 c et ad 1).

Santo Tomás y la mayoría de los teólogos de recta doctrina consideran que el ángel de la guarda comienza su función en el momento de su nacimiento y se prolonga hasta su destino final. El Doctor Angélico recoge una frase de San Jerónimo: “grande es la dignidad de las almas, cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer, tiene un ángel destinado para su custodia” (Suma Teológica, I, q. 113, a. 2). Y cree que, mientras el niño está en el seno de su madre, es el ángel de ella el que cuida de los dos, pero esto es del todo opinable; bien podría ser, como él mismo pensó en un primer momento, que cada persona reciba de Dios un ángel custodio en el mismo instante de la infusión del alma en el cuerpo (por lo tanto, en su concepción). El alma que pasa por el Purgatorio antes de llegar al Cielo sigue asistida por su ángel para consolarla y animarla y en el Cielo será correinante con ella.

Beneficios de los ángeles custodios sobre nosotros

En su sermón sobre los ángeles custodios, para la fiesta del 2 de Octubre de 2011, San Bernardo recuerda: “Aunque no somos más que pequeñuelos y aunque hay todavía un largo camino delante de nosotros y un camino cercado de innumerables peligros, ¿por qué vamos a tener miedo bajo la protección de unos guardianes tan poderosos? Los que nos guardan en todos los caminos no pueden ser vencidos por ninguna fuerza hostil y no pueden extraviarse ni extraviarnos. Son fieles, prudentes, invencibles”. Ellos nos llevan de la mano como a niños pequeños, sin consentir que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas (cf. 1Cor 10,13). “Por consiguiente, siempre que sintáis el agobio de la tentación violenta, siempre que las aguas de la amarga tribulación amenacen ahogaros, invocad a vuestro guardián, llamad a vuestro guía, gritad a vuestro salvador en los momentos de tribulación (cf. Sal 9,10)” (Sermón XII sobre el Salmo 90).

Podemos enumerar, con el P. Royo Marín, O.P., algunos de los innumerables beneficios de orden espiritual y corporal que los ángeles de la guarda derraman sobre sus custodiados:

*   Nos libran y nos defienden constantemente de multitud de males y peligros, tanto del alma como del cuerpo.

*   Contienen a los demonios para que no nos hagan todo el daño que quisieran, sino sólo el que Dios permite para mayor bien nuestro.

*   Excitan en nuestras almas pensamientos santos y consejos buenos.

*   Ofrecen a Dios nuestras oraciones e imploran su auxilio sobre nosotros.

*   Iluminan nuestro entendimiento proponiéndole las verdades de modo más fácil a través de la imaginación y de los sentidos internos.

*   Nos asisten de una manera particularísima a la hora de la muerte.

*   Nos consuelan en el Purgatorio y nos acompañan eternamente en el cielo como ángeles correinantes.

Como al resto de los ángeles buenos y a los santos, a los ángeles custodios o de la guarda se les debe culto de “dulía”, es decir, de veneración. Y además, en esta vida, como exhorta San Bernardo: “haced de los ángeles de Dios vuestros amigos familiares; frecuentad su sociedad mediante el recuerdo constante y la oración ferviente, pues ellos están siempre junto a vosotros para consolaros y protegeros” (Sermón XII sobre el Salmo 90, en la fiesta del 2 de Octubre de 2011).