La misión de nuestro Santo y doctor de la Iglesia iba a ser diferente de la que había soñado, al pasar de los Agustinos a los Franciscano, a mediados de 1220. Marruecos y el

martirio, transcurridos dos años, eran referencias y marcos de una vida que pertenecía a otros, en un contexto europeo de gente fiel cristiana, pero de moral que dejaba bastante que desear. 

Mientras que fray Berardo, uno de los cinco mártires que le precedió, dominaba el árabe y lo utilizó en la predicación a los moros, nuestro fray Antonio, como todo da a entender, tuvo que valerse de un intérprete para dirigirse a la población local, lo que naturalmente disminuiría el impacto que ha de revelar más tarde en Italia y en Francia.

San Antonio nació alrededor del año 1190, en el reinado de Don Sancho I, segundo

rey de Portugal.

En el bautismo, recibido en la catedral de Lisboa, que estaba enfrente de la casa donde nació, le dieron por nombre Fernando, sin duda en homenaje a su tío canónigo, Fernando.

Finalmente, San Antonio alcanza el destino que soñaba desde aquél día en que la llegada de las reliquias de los Mártires de Marruecos a Coímbra le despertara el deseo de entregar, él también, su vida anunciando el Evangelio de Cristo, en tierras del Islam.

Hemos terminado nuestra ruta de San Antonio en Portugal en el último lugar que nos ofrece el testimonio vivo de su presencia en la ciudad de Lisboa: la pequeña ermita de San Antonio del Valle, sobre el río Tajo.

EL último lugar que nos ofrece el testimonio vivo de la presencia de San Antonio en la ciudad de Lisboa es la pequeña ermita de San Antonio del Valle, en la calle del mismo nombre.

Regresando en 1220 a su ciudad natal, Lisboa, San Antonio se alojó con sus hermanos franciscanos, en el humilde eremitorio que tenían en una colina cercana a la ciudad, a la espera del barco que los llevaría a Marruecos.