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Congreso de Católicos y Vida Pública: ¡El momento de defender la vida!

Congreso de Católicos y Vida Pública. El momento de defender la vida

En Francia, donde el uso del doblepensamiento orwelliano está a la orden del día, se traen entre manos una «ley bioética» que, entre otras cosas, permite el aborto hasta los 9 meses de gestación si existe riesgo psicosocial para la madre. Como ha comentado el diputado Jean Messiha, somos capaces de entusiasmarnos con la posibilidad de encontrar vida en Marte pero permanecemos ciegos e indiferentes ante la vida y el sufrimiento que sucede a nuestro lado.

¿Y qué decir de la vida en sus momentos finales? En pleno Covid19, una pandemia que se ceba en los más mayores, lo único que se les ocurre es impulsar una ley de eutanasia para ver si el Estado completa la labor entre aquellos que han sobrevivido a la acción del coronavirus. Que nadie se llame a engaño: lo de la pendiente resbaladiza no es una posibilidad, es una certeza… y además ya ni se esfuerzan por disimularlo.

En un artículo publicado en NTGV, la revista de la Asociación Médica Holandesa, el Dr. Bert Keizer reconoce que la eutanasia se desliza inexorablemente por una «pendiente resbaladiza» y añade que le parece magnífico. El artículo no tiene desperdicio:

«Tras el cambio de siglo, ocurrió lo que nuestros colegas británicos habían predicho años antes con una complacencia no disimulada: los que se embarcan en la eutanasia se aventuran por una pendiente resbaladiza por la que irrevocablemente se deslizan hacia la matanza aleatoria de enfermos indefensos».

Su argumentación es que en esto consiste precisamente el «progreso», en ir derribando tabúes que antes eran impensables. Después de todo, es lo que también ha sucedido con el aborto.

«Con cada límite que nos fijamos, existe la posibilidad de traspasarlo. Esto también se aplica en las áreas periféricas de la conducta ética. El aborto antes no estaba permitido, luego apenas, luego hasta las 12 semanas y ahora incluso hasta las 20 semanas. Ese «incluso» lo dice todo. Algo similar se está haciendo ahora en el campo de la investigación de embriones humanos, donde estamos empezando a dejar la etapa del ‘nunca’».

«Así ha ocurrido con la eutanasia. Cada vez que se dibujaba una línea, también era superada. Empezamos con los enfermos terminales, pero también la aplicamos a los enfermos crónicos con un sufrimiento desesperado e insoportable. Posteriormente, las personas con demencia incipiente, los pacientes psiquiátricos, las personas con demencia avanzada, los ancianos que luchaban contra una acumulación de dolencias de la vejez y, por último, los ancianos que, aunque no sufran una enfermedad discapacitante o limitante, siguen encontrando que su vida ya no tiene contenido».

«En retrospectiva, es cierto que ahora proporcionamos la eutanasia a personas a las que les habíamos dicho, un poco indignados, hace 20 años, ‘Vamos, eso es totalmente imposible‘. Y mirando hacia adelante, no hay razón para creer que este proceso se detendrá en caso de demencia incapacitada. ¿Qué pasa con el prisionero que tiene una sentencia de por vida y anhela desesperadamente la muerte? ¿O los niños discapacitados que sufren de manera insoportable y desesperada según sus padres?».

En este contexto me llega la noticia de que la defensa de la vida es el tema central del próximo Congreso de Católicos y Vida Pública. Imposible elegir mejor. Y además este año no hay excusa para «asistir», pues se podrá seguir de forma libre a través de la web.

Una ojeada a los ponentes me confirman en que el Congreso será una magnífica oportunidad para volver a pensar y para ponernos al día sobre esta cuestión capital: aspectos éticos, demográficos, jurídicos, históricos o políticos van a desfilar por nuestras pantallas.

Sólo un apunte final: hay quien dirá que para qué volver a un tema en el que hemos sido derrotados (resulta obvio que la vida humana se encuentra ahora más atacada y es peor tratada que hace cincuenta años). Mejor no insistir y enfocar nuestros esfuerzos a cuestiones en las que la probabilidad de éxito sea mayor. La objeción es débil. Al menos por dos motivos: en primer lugar por la trascendencia del asunto. Incluso si la probabilidad de éxito en la defensa de la vida fuera nula, habría que combatir por ella pues no hay cuestión más nuclear que ésta. Pero es que además, si algo nos enseña por ejemplo la experiencia estadounidense es que no puede darse nunca por perdida una batalla como ésta y que el mero hecho de romper el muro de silencio que los promotores de la cultura de la muerte quieren imponernos es ya importante. Si ahora se está discutiendo acerca de las posibilidades de un nombramiento en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos que signifique mayor protección para la vida humana es porque durante los años en los que todo parecía perdido miles de jóvenes siguieron llenando las calles de Washington, los grupos pro-vida continuaron su incansable labor y la cuestión del aborto nunca cayó en el olvido. Por eso este atípico Congreso de Católicos y Vida Pública centrado en la defensa de la vida humana es una iniciativa tan apropiada y necesaria.