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Los médicos ante los enfermos en fase terminal

El 22 de Septiembre la Congregación para la Doctrina de la Fe ha publicado con la aprobación del Papa, por lo que pasa a ser un acto de éste, un Documento, titulado «Samaritanus Bonus», sobre la atención a los enfermos en fase crítica o terminal. En él se reitera el no rotundo de la Iglesia a la eutanasia, pero también se habla de los deberes del médico hacia los enfermos terminales. Hablaremos de esto.

En primer lugar recuerdo lo que me dijo un médico, hijo de otro médico, cuando empezó la carrera. Su padre le dijo: «dentro de cada paciente hay una persona que sufre, y con él hay una familia que también sufre». Cómo debe comportarse con estos pacientes un médico es una de las cosas que «Samaritanus Bonus» pretende iluminar.

Por supuesto un médico debe ser competente y no descuidar su formación, porque hoy, como nos dice el Documento: «El extraordinario y progresivo desarrollo de las tecnologías biomédicas ha acrecentado de manera exponencial loas capacidades clínicas de la medicina en el diagnóstico, en la terapia y en cuidado de los pacientes». «Sin embargo estos progresos de la tecnología médica, no son determinantes por sí mismos para calificar el sentido propio y el valor de la vida humana», sino que «reclama una creciente y sabia capacidad de discernimiento moral». «Se percibe en todas partes, de hecho, la necesidad de una aclaración moral y de una orientación práctica sobre cómo asistir a estas personas, ya que es necesaria una unidad de doctrina y praxis respecto a un tema tan delicado». Para ello es necesario reafirmar el mensaje del Evangelio y proporcionar pautas pastorales precisas y concretas.

Por supuesto que al personal sanitario le corresponde, como ya estaba en el juramento hipocrático la fiel custodia de la vida humana hasta su fin natural. Como dice la frase: «Curar si es posible, cuidar siempre», la tarea del médico no se reduce «a la capacidad de curar al enfermo, siendo su horizonte antropológico y moral más amplio: también cuando la curación es imposible o improbable, el acompañamiento médico o de enfermería (el cuidado de las funciones esenciales del cuerpo), psicológico y espiritual es un deber ineludible, porque lo contrario constituiría un abandono inhumano del enfermo. La medicina que, de hecho, se sirve de muchas ciencias, posee también una importante dimensión de arte terapéutica». «Ejercitar la responsabilidad hacia la persona enferma, significa asegurarle el cuidado hasta el final». «El objetivo de la asistencia debe mirar a la integridad de la persona, garantizando con los medios adecuados y necesarios el apoyo físico, psicológico, social y religioso»; «porque en la experiencia de sentirse amado, toda la vida encuentra su justificación». «El cuidado pastoral de todos, familiares, médicos, enfermeros y capellanes, puede ayudar al enfermo a persistir en la gracia santificante y a morir en la caridad, en el Amor de Dios». «La esperanza que Cristo transmite al enfermo y al que sufre es la de su presencia, de su real cercanía». «El anuncio de la vida después de la muerte no es una ilusión o un consuelo sino una certeza que está en el centro del amor, que no se acaba con la muerte».

El médico y el personal sanitario, el de verdad, el que tiene auténtica vocación profesional, sabe por tanto que «es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5,29) y que el verdadero derecho del enfermo es «ser acompañado y cuidado con humanidad», para lo cual ·es necesario crear en torno al enfermo una sólida plataforma de relaciones humanas y humanizadoras que lo acompañen y lo abran a la esperanza». No nos olvidemos que la esperanza es algo específicamente cristiano y lo que puede permitir al enfermo entregarse confiadamente en brazos de Dios.

Por cierto ese médico al que su padre le dio el consejo del principio del artículo, sé que hace unos meses se ofreció de voluntario para asistir a los pacientes de Covid, aunque era de una especialidad totalmente ajena, y pronto se encontró ejerciendo de médico, psicólogo, acompañante y hasta casi de «sacerdote»; en una palabra: de persona. Y es que el enfermo es una persona necesitada de afecto y el médico debe dárselo.

Pedro Trevijano, sacerdote