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La Iglesia celebra el 7 de octubre la fiesta de Nuestra Señora del Rosario

El Papa Francisco se ha dirigido en numerosas ocasiones a los fieles para decir que esta oración con María, «no nos deja solos: La Madre de Cristo y de la Iglesia está siempre con nosotros, siempre, camina con nosotros siempre».

A ejemplo de María, el Papa llama a mantener la esperanza: «Si no está la esperanza nosotros no somos cristianos, por esto a mí me gusta decir ¡no se dejen robar la esperanza! ¡Que no nos roben la esperanza porque esta fuerza es una gracia, un don de Dios que nos lleva adelante mirando el cielo! Y María está siempre allí, cercana a esas comunidades que sufren, a esos hermanos nuestros, camina con ellos!»

Oración del Papa Francisco a la Virgen del Rosario

En 2015, miles de fieles esperaban con gran alegría, en el Santuario de Pompeya,  al Papa Francisco en la primera etapa de su Visita Pastoral que luego le llevó a Nápoles. Después de detenerse en silencio orante a los pies de la imagen de la Virgen María del Santo Rosario, Francisco pronunció una pequeña súplica, inspirada en la histórica oración, que el beato Bartolo Longo escribió en 1883:

«Virgen del Santo Rosario, Madre del Redentor, mujer de nuestra tierra encumbrada por encima de los cielos, humilde sierva del Señor, proclamada Reina del mundo, desde lo profundo de nuestras miserias recurrimos a ti.

Con confianza de hijos miramos tu rostro dulcísimo. Coronada con doce estrellas, tú nos llevas al misterio del Padre, tú resplandeces de Espíritu Santo, tú nos donas a tu Niño divino, Jesús, nuestra esperanza, única salvación del mundo.

 Brindándonos tu Rosario, tú nos invitas a contemplar su Rostro. Tú nos abres su corazón, abismo de alegría y de dolor, de luz y de gloria, misterio del Hijo de Dios, hecho hombre por nosotros.

A tus pies sobre las huellas de los santos, nos sentimos familia de Dios. 

Madre y modelo de la Iglesia, tú eres guía y sostén seguro. Haz que seamos un corazón solo y un alma sola, pueblo fuerte en camino hacia la patria del cielo.  

Te entregamos nuestras miserias, los tantos caminos del odio y de la sangre, las mil antiguas y nuevas pobrezas y sobre todo nuestro pecado.

A ti nos encomendamos, Madre de misericordia: obtennos el perdón de Dios, ayúdanos a construir un mundo según tu corazón. 

Oh Rosario bendito de María, cadena dulce que nos anuda a Dios, cadena de amor que nos hace hermanos, no te dejaremos jamás. En nuestras manos serás arma de paz y de perdón, estrella de nuestro camino.  

Y nuestro beso a ti, en nuestro último respiro, nos sumergirá en una ola de luz, en la visión de la Madre amada y del Hijo divino, anhelo de alegría de nuestro corazón con el Padre y el Espíritu Santo».