Usted está aquí

El papa Francisco invita a reflexionar, durante la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, sobre el legado de san José

El 19 de marzo se publicó el mensaje del Papa Francisco para la 58ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que se celebrará el 25 de abril, cuarto domingo de Pascua.

Titulado «San José: el sueño de la vocación», el mensaje nos recuerda que el padre putativo de Jesús es una «figura extraordinaria, y al mismo tiempo tan cercana a nuestra condición humana'».

«San José no impactaba, tampoco poseía carismas particulares ni aparecía importante a la vista de los demás. No era famoso y tampoco se hacía notar, los Evangelios no recogen ni una sola palabra suya. Sin embargo, con su vida ordinaria, realizó algo extraordinario a los ojos de Dios. Dios ve el corazón y en san José reconoció un corazón de padre, capaz de dar y generar vida en lo cotidiano«, subraya el Papa en el texto.

«El Señor quiere forjar corazones de padres, corazones de madres; corazones abiertos, capaces de grandes impulsos, generosos en la entrega, compasivos en el consuelo de la angustia y firmes en el fortalecimiento de la esperanza. Esto es lo que el sacerdocio y la vida consagrada necesitan, especialmente hoy, en tiempos marcados por la fragilidad y los sufrimientos causados también por la pandemia, que ha suscitado incertidumbre y miedo sobre el futuro y el mismo sentido de la vida».

«San José viene a nuestro encuentro con su mansedumbre, como santo de la puerta de al lado; al mismo tiempo, su fuerte testimonio puede orientarnos en el camino», subrayó Francisco.

El amor da sentido a la vida

San José nos sugiere tres palabras clave para nuestra vocación —nos dice el papa—. La primera es sueño. Todos en la vida sueñan con realizarse. Y es correcto que tengamos grandes expectativas, metas altas antes que objetivos efímeros —como el éxito, el dinero y la diversión—, que no son capaces de satisfacernos. De hecho, si pidiéramos a la gente que expresara en una sola palabra el sueño de su vida, no sería difícil imaginar la respuesta: “amor”. Es el amor el que da sentido a la vida, porque revela su misterio. La vida, en efecto, sólo se tiene si se da, sólo se posee verdaderamente si se entrega plenamente. San José tiene mucho que decirnos a este respecto porque, a través de los sueños que Dios le inspiró, hizo de su existencia un don».

Según Francisco, «Así pasa en la vocación: la llamada divina siempre impulsa a salir, a entregarse, a ir más allá. No hay fe sin riesgo. […] En este sentido, san José representa un icono ejemplar de la acogida de los proyectos de Dios. […] Que él ayude a todos, especialmente a los jóvenes en discernimiento, a realizar los sueños que Dios tiene para ellos; que inspire la iniciativa valiente para decir ‘sí’ al Señor, que siempre sorprende y nunca decepciona».

Vivir para servir

La segunda palabra, servicio, marca el itinerario de San José y su vocación. De acuerdo a los Evangelios, «vivió enteramente para los demás y nunca para sí mismo. […] Para san José el servicio, expresión concreta del don de sí mismo, no fue sólo un ideal elevado, sino que se convirtió en regla de vida cotidiana. […] En definitiva, se adaptó a las diversas circunstancias con la actitud de quien no se desanima si la vida no va como él quiere, con la disponibilidad de quien vive para servir».

«Con este espíritu, José emprendió los numerosos y a menudo inesperados viajes de su vida: de Nazaret a Belén para el censo, después a Egipto y de nuevo a Nazaret, y cada año a Jerusalén, con buena disposición para enfrentarse en cada ocasión a situaciones nuevas, sin quejarse de lo que ocurría, dispuesto a echar una mano para arreglar las cosas. Se podría decir que era la mano tendida del Padre celestial hacia su Hijo en la tierra. Por eso, no puede más que ser un modelo para todas las vocaciones, que están llamadas a ser las manos diligentes del Padre para sus hijos e hijas..»

«Me gusta pensar entonces en san José, el custodio de Jesús y de la Iglesia, como custodio de las vocaciones. Su atención en la vigilancia procede, en efecto, de su disponibilidad para servir. «Se levantó, tomó de noche al niño y a su madre» dice el Evangelio, señalando su premura y dedicación a la familia. […] Este cuidado atento y solícito es el signo de una vocación realizada, es el testimonio de una vida tocada por el amor de Dios», señala el papa.

La fidelidad es el secreto de la alegría

El tercer aspecto que recorre la vida de San José y la vocación cristiana, guiando su vida cotidiana, es la fidelidad. «¿Cómo se alimenta esta fidelidad? A la luz de la fidelidad de Dios —destaca el Pontífice—. Esta fidelidad es el secreto de la alegría. En la casa de Nazaret, dice un himno litúrgico, había «una alegría límpida». Era la alegría cotidiana y transparente de la sencillez, la alegría que siente quien custodia lo que es importante: la cercanía fiel a Dios y al prójimo».

«¡Qué hermoso sería si la misma atmósfera sencilla y radiante, sobria y esperanzadora, impregnara nuestros seminarios, nuestros institutos religiosos, nuestras casas parroquiales!», subraya Francisco, deseando esta alegría a todos los que han hecho «de Dios el sueño de sus vidas, para servirlo en los hermanos y en las hermanas que les han sido confiados, mediante una fidelidad que es ya en sí misma un testimonio, en una época marcada por opciones pasajeras y emociones que se desvanecen sin dejar alegría. Que san José, custodio de las vocaciones, los acompañe con corazón de padre», concluye el papa.

Fuente: Adaptado de Vatican News — http://ssvpbrasil.org.br/