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El milagro del Cojo de Calanda es el más documentado de la historia de la Iglesia

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El asunto es que queremos compartir contigo un video, que relata la historia de un milagro, pero no cualquier milagro, sino que uno muy bien documentado, con muchas pruebas científicas, documentos, testigos e incluso un acta notarial que da fe de lo ocurrido. Así de impactante fue el milagro, que incluso un notario acudió al lugar e hizo acta de lo que sus propios ojos vieron. La historia es llamada :«El milagro del cojo de Calanda», ocurrió en el año 1640 y el rumor popular por aquel entonces decía así:

«Miguel Pellicer/ vecino de Calanda/ tenía una pierna/ muerta y enterrada./ Dos años y cinco meses,/ cosa cierta y probada,/ por médicos cirujanos/ que la tenía cortada…».

Lo maravilloso de esta historia de Miguel Pellicer, el joven amputado, es que habiendo tantos registros y testigos, es muy difícil poder contradecir la historia o dudar de ella. De hecho el inicio de la investigación fue motivada por el alcalde de la ciudad, quien pidió a la Iglesia que la hiciera y el Arzobispo del lugar, Don Pedro Apaloaza, accedió. Como el asunto era de tal revuelo, todo el proceso fue público. Las declaraciones, los testimonios y todo lo que se investigó fue publicado rápidamente para que todo el mundo conociera de ello y si tenían algo que rebatir, lo hicieran con prontitud.

Terminada la investigación, el 27 de abril de 1641 el arzobispo de Zaragoza firmaría la sentencia: «Declaramos que a Miguel Juan Pellicer, de quien se trata el presente Proceso, le ha sido restituida milagrosamente la pierna derecha, que antes le habían cortado; y que no había sido obra de la naturaleza, sino que ha obrado prodigiosa y milagrosamente; y que se ha de juzgar y tener por milagro por concurrir todas las condiciones que para la esencia de verdadero milagro deben concurrir».

A partir de este milagro, tan lleno de razones lógicas y evidencias tangibles, queremos darte algunas ideas que puedes compartir con quienes haces apostolado, incluso mostrándoles el video, para luego comentar qué les parece y qué opinan sobre este tipo de sucesos prodigiosos.

El misterio de la «resurrección de la carne»
Hace pocos días la Iglesia se ha pronunciado sobre el qué hacer con los cuerpos de los difuntos, sobre todo si se han cremado la familia desea hacer algo con las cenizas. Puedes profundizar más al respecto aquí.  

El problema no es solamente una cosa de normas cerradas, sino que como Iglesia creemos que resucitaremos de forma íntegra, no solo resucitará nuestra alma, sino que también nuestro cuerpo, por ello (dentro de otras razones) el afán por preservarlo en un solo lugar y no esparcirlo en el mar, por ejemplo. La pierna muerta del «cojo de Calanda» ¡ha resucitado! Su carne, muerta y enterrada, ha vuelto a la vida y ocurre tal como lo explica el catecismo:

«El término “carne” designa al nombre en su condición de debilidad y de mortalidad. La “resurrección de la carne” significa que, después de la muerte no habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros cuerpos mortales (Rom 8,11) volverán a la vida» (Catecismo 990).

Los milagros dan razones lógicas para ayudar a nuestra fe
No es pura ostentación de parte de Dios que quiere mostrar sus súper poderes a la humanidad para que quedemos boquiabiertos mirando al cielo, sino que el Señor quiere ayudarnos a que nuestra fe (muchas veces débil por la falta de argumentos y aplastada por las razones de nuestro propio pensamiento) se vea animada y fortalecida con estos acontecimientos que la razón no puede negar. El catecismo lo explica de la siguiente forma:

«(…) Dios ha querido que los auxilios interiores del Espíritu Santo vayan acompañados de pruebas exteriores de su revelación. Los milagros de Cristo y de los Santos, las profecías…son signos certísimos de la Revelación divina, adaptados a la inteligencia de todos, motivos de credibilidad que muestran que el asentamiento de la fe no es en modo alguno un movimiento ciego del espíritu» (Catecismo  nº156).

La intercesión de la Virgen siempre ha acompañado la vida de la Iglesia
Desde las bodas de Caná hasta nuestros tiempos, la intercesión de la Santísima Virgen María sigue siendo para nosotros motivo de esperanza y consuelo. Por eso repetimos una y otra vez: «Santa María Madre de Dios ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte», pues sabemos que su oración llega a los oídos de Jesús y se hace realidad en nuestras vidas.

Miguel, el cojo de Calanda, mientras mendigaba fuera de la Capilla de Nuestra Señora del Pilar, se ungía su muñón el final del día con el aceite que quedaba en las lámparas que estaban a los pies de Ella, creyendo en que así obtendría algo de la Virgen. Ella misma lo visitó en su sueño, en la noche en la que recuperó su pierna y por el relato de su madre, la casa tenía una fragancia que no acostumbraban a tener, siendo esto un signo frecuente de una visita o intervención de la Virgen María.

Este milagro del Cojo de Calanda, es probablemente, el suceso más claro en donde Dios abandona su acostumbrada discreción y anonimato, para hacerse visible a la humanidad y fortalecer nuestra fe.