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Día 6 de oración por la unidad de los cristianos: Acoger a los demás

Día 6
Acoger a los demás

“Poneos en camino y dad fruto abundante y duradero”
(cf. Juan 15, 16b)

Génesis 18, 1-5
Abraham recibe a los ángeles en el Roble de Mamre

Apretaba el calor y estaba Abrahán sentado a la entrada de su tienda, cuando se le apareció el Señor en el encinar de Mambré. Al alzar la vista vio a tres hombres de pie frente a él. Apenas los vio, corrió a su encuentro desde la entrada de la tienda y, postrándose en tierra, dijo: “Señor mío, será para mí un honor que aceptes la hospitalidad que este siervo tuyo te ofrece. Que os traigan un poco de agua para lavar vuestros pies, y luego podréis descansar bajo el árbol. Ya que me habéis honrado con vuestra visita, permitidme que vaya a buscar algo de comer para que repongáis fuerzas antes de seguir vuestro camino”. Ellos respondieron: “Bien, haz lo que dices”.

Marcos 6, 30-44
La compasión de Jesús por las multitudes

Los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le comunicaron todo lo que habían hecho y enseñado. Jesús les dijo: “Venid aparte conmigo. Vamos a descansar un poco en algún lugar solitario”. Porque eran tantos los que iban y venían que no les quedaba ni tiempo para comer. Así que subieron a una barca y se dirigieron, ellos solos, a un lugar apartado. Muchos vieron alejarse a Jesús y a los apóstoles y, al advertirlo, vinieron corriendo a pie por la orilla, procedentes de todos aquellos pueblos, y se les adelantaron. Al desembarcar Jesús y ver a toda aquella gente, se compadeció de ellos porque parecían ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas. Como se iba haciendo tarde, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: “Se está haciendo tarde y este es un lugar despoblado. Despídelos para que vayan a los caseríos y aldeas de alrededor a comprarse algo para comer”. Jesús les contestó: “Dadles de comer vosotros mismos”. Ellos replicaron: “¿Cómo vamos a comprar nosotros la cantidad de pan que se necesita para darles de comer?” Jesús les dijo: “Mirad a ver cuántos panes tenéis”. Después de comprobarlo, le dijeron: “Cinco panes y dos peces”. Jesús mandó que todos se recostaran por grupos sobre la hierba verde. Y formaron grupos de cien y de cincuenta. Luego él tomó los cinco panes y los dos peces y, mirando al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los fue dando a sus discípulos para que ellos los distribuyeran entre la gente. Lo mismo hizo con los peces. Todos comieron hasta quedar satisfechos; aun así se recogieron doce cestos llenos de trozos sobrantes de pan y de pescado. Los que comieron de aquellos panes fueron cinco mil hombres.

Meditación

Cuando nos dejamos transformar por Cristo, su amor crece y da fruto en nosotros. Acoger al otro es una forma concreta de compartir el amor que está dentro de nosotros.

A lo largo de su vida, Jesús acogió a todos los que encontró. Los escuchó y se dejó tocar por ellos sin tener miedo de su sufrimiento.

En el relato de la multiplicación de los panes, Jesús se conmueve y siente compasión después de ver a la multitud hambrienta. Él sabe que toda la humanidad necesita ser alimentada, y que solo él puede satisfacer realmente el hambre de pan y la sed de vida. Pero no desea hacer esto sin sus discípulos, sin contar con ese poco que ellos podían ofrecer: cinco panes y dos peces.

Incluso hoy nos llama a ser colaboradores suyos en su incondicional preocupación por los demás. A veces, algo tan pequeño como una mirada amable, un oído atento o nuestra presencia es suficiente para que una persona se sienta acogida. Cuando le ofrecemos nuestras pobres habilidades a Jesús, él las usa de una manera sorprendente.

Entonces experimentamos lo que hizo Abraham, porque es dando que recibimos, y cuando acogemos a los demás, somos bendecidos en abundancia.

Es Cristo mismo a quien recibimos como invitado.
La regla de Taizé
en francés e inglés (2012) p.103

¿Encontrarán en nosotros las personas que acogemos día tras hombres
y mujeres radiantes con Cristo, nuestra paz?
Las fuentes de Taizé
(2000) p. 60

Oración

Jesucristo,
deseamos acoger a los hermanos y hermanas
que están con nosotros.
Sabes que frecuentemente nos sentimos
impotentes ante su sufrimiento,
sin embargo, tú siempre te adelantas
y los acoges con compasión.
Háblales a través de nuestras palabras,
apóyalos a través de nuestros actos,
y deja que tu bendición descanse sobre todos nosotros.