
La celebración de acción de gracias que juntos damos hoy a Dios por la labor que, durante tantos años, han realizado las Hijas de la Caridad en este querido pueblo, tal vez no sea yo la persona más idónea para hacerlo, por el poquísimo tiempo que llevo aquí, pero la Providencia así lo ha permitido y creo que la mejor manera de hacerlo es aceptar lo que dicha Providencia nos presenta.
En primer lugar quiero manifestaros, de parte de las Hermanas que nos ha tocado vivir este grato acontecimiento, de pena por la despedida, pero a la vez de alegría. También, la Visitadora y su Consejo se unen a esta acción de gracias; las muchas Hermanas que han vivido aquí o lo han visitado, todas guardan un grato recuerdo: el paisaje maravilloso que lo envuelve, su tranquilidad, vuestra acogida, ¡y cómo no, su agua...!
Todo esto nos lleva a dar gracias a todo el pueblo por vuestro cariño, vuestra ayuda en aquellos momentos que hemos necesitado. Recordamos: aquellos niños del Hogar, que a falta del cariño de su familia se encontraron con vuestra acogida cariñosa y vuestro apoyo. La Residencia de Ancianos, que gracias a la colaboración de todos pudo llevarse a cabo.
Damos las gracias a los Sacerdotes, por la asistencia espiritual que nos han prestado que nos ha servido de apoyo, estímulo, esperanza e ilusión para realizar nuestro trabajo. En estos momentos, me dirijo, más en concreto, a los que he conocido, por su disponibilidad, su prontitud en acudir cuando los necesitábamos.
Gracias también, a las autoridades civiles. No puedo nombrar porque se haría muy largo, ya que son muchos los que juntos han hecho posible que las Hijas de la Caridad realizaran esta labor de formación con los niños y jóvenes, con el fin de que estuvieran preparados y pudieran abrirse un buen camino en la vida. De esto podrían hablar muchos padres y madres de familia que vivieron estos acontecimientos.
Gratitud, también, a toda el área sanitaria, que siempre nos han acogido con amabilidad, paciencia, que en muchos momentos nos ha hecho falta, sobre todo en este tiempo que estamos viviendo de incertidumbre y sufrimiento a causa de esta pandemia.
Unos y otros nos han atendido muy bien, en aquello que era de su competencia. Recibid todos nuestro sincero agradecimiento y sapan que, aunque a distancia, siempre estarán en nuestro recuerdo y oración, pidiendo al Señor mantenga en este querido pueblo, esas actitudes de solidaridad y generosidad para seguir haciendo el bien a quienes los necesiten.
Por nuestra parte, solo podemos decir lo que dice la Escritura: “ Siervos inútiles somos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Seguramente no todo lo bien que tenía que ser, pero somos humanos y sabemos perdonarnos.
Mil gracias a todos y que nuestra Madre de la Medalla Milagrosa interceda a Su Hijo por todos los Cañoneros.