
Señor Jesús, en este silencio queremos contemplarte
en el corazón de la Sagrada Familia.
Te vemos niño, frágil, confiado en brazos de María,
bajo la custodia de José,
en medio de miedos, peligros y caminos inciertos…
y comprendemos que también Tú has vivido
las noches del miedo y la inseguridad,
el desarraigo, la huida, la pobreza...
Gracias, Señor, porque en la Sagrada Familia,
nos enseñas que el amor familiar
es más fuerte que cualquier prueba;
que la fe fiel, silenciosa y obediente
abre caminos donde parece no haberlos;
que Dios acompaña siempre,
también cuando la vida obliga a “salir”, a empezar de nuevo, a atravesar desiertos.
Mira hoy nuestras familias: las fuertes y las frágiles,
las que gozan y las que lloran, las unidas y las heridas,
las que peregrinan fieles y las que están cansadas.
Toca nuestras heridas, cura lo que está roto,
abraza lo que sufre, reconcilia lo que está dividido,
renueva el amor que se ha enfriado,
sostén la confianza donde hay miedo.
Señor, que nuestras familias se parezcan más a la de Nazaret:
hogares de fe sencilla, de amor que sirve, de escucha a Dios,
de respeto y ternura, de esperanza que no se rinde.
Quédate en medio de nosotros, como quedaste en medio de María y José…
sé nuestra paz, nuestro refugio, nuestro hogar. Amén.


