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Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos: «El ecumenismo no tiene atajos»

Unas palabras de Jesús pronunciadas en el contexto de su despedida a modo de testamento. En ese marco la unidad de los discípulos, que Jesús deja en el mundo, «prefigura la unidad que desea para su Iglesia ya presente y operativa en ellos». Los obispos recuerdan que «la unidad de la Iglesia no es fruto de nuestros consensos, de los acuerdos que podamos lograr entre confesiones cristianas, aunque esta búsqueda de acuerdo sea asimismo necesaria para acercarnos a la unidad que Cristo quiere para su Iglesia», sino que para que sean eficaces y produzcan fruto «es necesario que sean vividos y logrados por sus protagonistas como lo que de verdad son, obra del Espíritu Santo».

Por eso, aseguran que el ecumenismo espiritual «tiene mucha importancia y debe ser valorado como verdadera intendencia de cuanto hacemos los cristianos de unas y otras confesiones por lograr la unidad visible de la Iglesia». No obstante, las dificultades que surgen en el camino ecuménico «hacen a veces pensar que el ecumenismo solo puede recorrer un camino de obstáculos que, una vez superados, dan paso a otros nuevos, a dificultades no previstas o no valoradas suficientemente por unos u otros comprometidos con el recorrido». En este punto recuerdan la invitación del Papa Francisco a celebrar esta unidad de todos los cristianos en Cristo», sin la que «no podemos avanzar hacia la unidad plena visible de la Iglesia».

Para el ecumenismo «no hay atajos», porque el ecumenismo verdadero, explican los pastores españoles, « transita por el camino de la verdad creída y practicada». Es cierto, reconocen, «que la verdad de la fe confesada tiene diversas formulaciones y moldes culturales, pero esta encarnación de la verdad no puede nunca suponer la disolución y ocultamiento de su contenido», por eso «nos urge orar con intensidad y confiar plenamente en la palabra de Cristo, encomendándonos recíprocamente para que podamos cumplir en nosotros su voluntad y se haga realidad la unión de los cristianos en Él».

La Comunidad de Grandchamp reza desde la cuarentena

La Comunidad de Grandchamp, en Suiza, a la que se ha confiado la tarea de redactar los textos del subsidio para este año, está compuesta actualmente por unas cincuenta hermanas de diferentes tradiciones cristianas y de diferentes países. Fundada en la primera mitad del siglo XX, desde el principio ha cultivado fuertes lazos tanto con la Comunidad de Taizé, como con el Padre Paul Couturier, una figura clave en la historia de la Semana de Oración. Las religiosas se han visto obligadas a permanecer en aislamiento desde el 5 de enero debido al coronavirus. Acostumbradas a vivir el carisma de la apertura al diálogo y al encuentro, han tenido que reorganizar lamentablemente su tiempo juntas: cada una puede rezar en su propia habitación, han tenido que cerrar las puertas de la recepción y cancelar las celebraciones previstas. Sin embargo, siguen tocando las campanas del mediodía. «La pandemia no puede detener la oración», nos escribe la hermana Svenja, invitándonos a seguir las actualizaciones en línea continuarán realizando. «Tal vez este tiempo sea una oportunidad para alimentar la oración personal», leemos en su Facebook, «y para vivir aún más profundamente el tema que hemos preparado».

No hay amistad sin sufrimiento purificador

La celebración de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos se compone de tres secciones, «vigilias», tomadas del modelo de la Comunidad de Grandchamp. La primera vigilia se centra en la unidad de la persona en sí misma y en el morar en Cristo; la segunda expresa el deseo de redescubrir la unidad visible entre los cristianos; la tercera está abierta a la unidad de todos los pueblos, de toda la creación. Según las costumbres de las distintas tradiciones de pertenencias, se contemplan ciertos gestos de acompañamiento que se pueden realizar de diferentes maneras. «Acercarse a los demás, vivir juntos en comunidad con otras personas, a veces muy diferentes a nosotros, constituye un desafío», escriben las hermanas, reconociendo la valiosa enseñanza del hermano Roger de Taizé: «No hay amistad sin sufrimiento purificador, no hay amor al prójimo sin la cruz. Sólo la cruz nos permite conocer la inescrutable profundidad del amor».

 

Las urgencias de los pueblos reflejadas en los temas de las Semanas de Oración

Si la sabiduría de la vida contemplativa de la comunidad monástica de Grandchamp ha confluido en el texto guía de la Semana de Oración 2021, de la misma manera las experiencias de otras realidades ecuménicas dispersas en los diferentes continentes han producido otras tantas ayudas que han sido influenciadas por diferentes contextos sociales y religiosos. Esto significa que hablar de ecumenismo y orar por el ecumenismo es algo que se mueve «desde abajo» y tiene que ver con el nivel del debate teológico, pero también con los estilos de vida, los gestos, en esencia con lo que al académico Brunetto Salvarani le gusta definir como «ecumenismo de la puerta de al lado». Al examinar los temas de las ediciones más recientes, en el Brasil o Malta, por ejemplo, se destacó la sensibilidad a la acogida; en la India, donde los cristianos siguen siendo una minoría, el tema elegido se refería a lo que el Señor exige de los creyentes en Jesús; en Letonia se evocó la maravilla por la belleza de la creación; en Alemania la reconciliación, en Indonesia el compromiso con la justicia.

Las palabras del Papa Francisco para la unidad

La preocupación por los más pobres y el llamamiento a fortalecer en las sociedades el principio de solidaridad; el llamamiento a mostrar hospitalidad a los débiles y perseguidos: fueron estos los énfasis expresados por el Papa Francisco durante la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos en 2019 y 2020. Hace un año, en particular, el Pontífice recordó que el barco en el que se encontraba Pablo, antes de encallar cerca de la costa de Malta, había estado a merced de la tormenta durante varios días, y mientras todos perdían toda esperanza de supervivencia, era el apóstol quien los tranquilizaba, él que era un prisionero y por lo tanto uno de los más vulnerables. Estábamos al principio de esa pandemia, aún impredecible y desconocida, que devastaría el planeta. La humanidad está todavía en una tormenta, aquella que el Papa habría evocado de nuevo en el extraordinario momento de oración en la desierta Plaza de San Pedro el pasado 27 de marzo. La unidad aún se hace imprescindible anhelo, urgencia, esperanza. Aun la oración es tan necesaria.