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San Juan Macías y San Antonio de Padua: Humildes servidores de los pobres y poderosos intercesores de Dios

La santidad, cuando brota del Evangelio, adopta formas diversas. Hay santos que predican en plazas, otros que se esconden en la sacristía; algunos conmueven con la palabra, otros con el silencio; unos tocan multitudes con la doctrina, otros con la compasión. Pero todos comparten una misma fuente: el amor humilde a Cristo y a los pobres. Entre estos, San Antonio de Padua (1195–1231), franciscano europeo, y San Juan Macías (1585–1645), dominico peruano de origen español, nos ofrecen dos caminos complementarios de santidad, marcados por la oración constante, la intercesión por los necesitados y una profunda cercanía a los pobres.

1. Origen y vocación: Llamados desde la sencillez

San Antonio de Padua

Nacido en Lisboa como Fernando de Bulhões, en una familia noble, Antonio fue desde joven un buscador de Dios. Tras formarse con los Canónigos Regulares de San Agustín y recibir una educación sólida, ingresó a los frailes menores franciscanos, inspirado por el martirio de cinco hermanos en Marruecos. Cambió su nombre por “Antonio” y abrazó una vida de pobreza radical, oración profunda y predicación itinerante.

San Juan Macías

Nacido en Ribera del Fresno, España, en una familia campesina muy pobre, Juan quedó huérfano y trabajó como pastor desde niño. En su adolescencia emigró al Perú en busca de mejores condiciones, pero nunca dejó de sentir el llamado a la vida religiosa. Finalmente ingresó como hermano cooperador en la Orden de Predicadores en el convento de Santa María Magdalena en Lima. Vivió oculto y silencioso, sirviendo como portero del convento, en total obediencia, oración y servicio a los pobres.

2. Cualidades comunes: Humildes, orantes e intercesores

Aunque distantes en tiempo y contexto, ambos santos se caracterizaron por una espiritualidad profunda y un servicio humilde a los más necesitados.

AspectoSan Antonio de PaduaSan Juan Macías
HumildadRenunció a honores, vivió como hermano menorRechazó cargos, vivió como portero y servidor
OraciónHombre de contemplación y estudio bíblicoVida centrada en la oración, especialmente el Rosario
Poder intercesorConocido por milagros en vida y muerteGran intercesor por los enfermos y pobres
Amor a los pobresPredicación y defensa de los oprimidosRepartía limosnas, ayudaba a enfermos y hambrientos
Vida escondidaFamoso predicador pero humilde en lo interiorVivió casi siempre en el anonimato conventual

3. Espiritualidad: Acción y contemplación

San Antonio: Sabiduría encarnada

Antonio combinó la contemplación del Evangelio con una intensa acción apostólica. Predicaba con una profundidad bíblica notable y era llamado el “Martillo de los herejes” por su habilidad para refutar errores doctrinales con caridad. Sin embargo, lo que más impactaba era su ternura hacia los pobres, su fidelidad franciscana y su búsqueda de la justicia.

Su espiritualidad es eucarística, mariana y profundamente cristocéntrica. Su devoción a Jesús Niño y su capacidad de enseñanza lo convirtieron en uno de los santos más queridos de Europa.

San Juan Macías: Contemplativo en la acción

Juan Macías vivió una vida escondida, marcada por la oración incesante. Rezaba hasta 200 Rosarios al día, intercedía por los que acudían a la portería y tenía una devoción particular a la Virgen María y a las Ánimas del Purgatorio. Su estilo de santidad era el de la simplicidad cotidiana, la paciencia heroica y la caridad silenciosa.

No enseñó teología ni escribió sermones, pero su santidad invisible se convirtió en testimonio poderoso. Tenía dones místicos, como bilocaciones y visiones, pero siempre los mantuvo en reserva.

4. Relación con los pobres: Amor concreto

Ambos santos no solo amaron a los pobres de palabra, sino con obras visibles.

  • Antonio dedicó parte de su predicación a denunciar la usura, defender a los trabajadores y llamar a la conversión a los poderosos. Fundó la práctica del “Pan de San Antonio”, que continúa hoy como gesto de caridad.

  • Juan Macías compartía todo lo que tenía con los necesitados que llegaban a la portería del convento. Se cuenta que alimentaba diariamente hasta 200 pobres, a pesar de vivir con austeridad.

5. Milagros y fama de santidad

Ambos fueron milagrosos intercesores, tanto en vida como después de la muerte.

  • Antonio era buscado por multitudes; los milagros se multiplicaban en sus predicaciones: curaciones, multiplicación de alimentos, profecías.

  • Juan era visitado por los pobres, enfermos y también nobles. Su intercesión eficaz, especialmente por los difuntos y por causas imposibles, lo hizo muy popular en Lima y más allá.

Sus tumbas se convirtieron en centros de peregrinación, y ambos fueron canonizados rápidamente: Antonio en 1232 (un año después de su muerte), y Juan en 1975 por Pablo VI.

6. Legado y actualidad

LegadoSan Antonio de PaduaSan Juan Macías
Devoción popularPatrono de objetos perdidos y causas urgentesPatrono de porteros, migrantes y almas del purgatorio
Inspiración actualEvangelización con ternura y verdadCaridad silenciosa y servicio humilde
Figura eclesialDoctor de la Iglesia, predicador universalSanto hermano laico, místico oculto

Ambos nos enseñan que la oración y la humildad transforman el mundo, y que el amor al pobre no depende de medios, sino de disponibilidad interior.

Conclusión

San Antonio de Padua y San Juan Macías vivieron la santidad no como un privilegio, sino como un camino de amor humilde y disponibilidad constante. Uno brilló en la plaza, el otro en la portería. Uno habló a multitudes, el otro escuchó a cada necesitado. Pero ambos pusieron su vida al servicio del Reino, a través de la oración, la caridad y la confianza total en Dios.

En un mundo que valora el éxito y la visibilidad, estos dos santos nos recuerdan que la verdadera grandeza está en arrodillarse, servir y amar sin medida.