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No se puede cambiar el sexo; lo que se cambia es la apariencia física

Paul W. Hru, que participa este viernes en el I Congreso Internacional sobre Género, Sexo y Educación organizado por HazteOir.org y CitizenGO.

“No hay pruebas para demostrar que la única estrategia para la disforia y prevenir el suicidio sean las intervenciones para alterar la apariencia del cuerpo”, señala Hruz.

El doctor Paul W. Hruz es especialista en Endocrinología Pediátrica y miembro del Programa de Atención Multidisciplinar de Trastornos del Desarrollo Sexual de la Universidad de Washington en Saint Louis (EE. UU.). Es licenciado en Química, en Bioquímica y doctor en Filosofía.

A lo largo de su larga trayectoria profesional ha acumulado una larga experiencia clínica en todo el espectro de los trastornos endocrinológicos pediátricos, incluidos los relacionados con el desarrollo sexual.

La doctora en Medicina y especialista en Pediatría Gádor Joya ha preparado esta entrevista para Actuall con el doctor Hruz, en colaboración con su redactor jefe, Nicolás de Cárdenas, con motivo de su participación en Madrid en el I Congreso Internacional sobre Género, Sexo y Educación organizado este viernes 23 de febrero de 2018 por HazteOir.org y CitizenGO.

¿Qué es lo que define desde un punto de vista científico que uno sea hombre o mujer?

El sexo, no sólo en los humanos, sino en todas las especies animales, es definido científicamente en relación al proceso biológico de la reproducción. UN hobre viene definido en su rol de aportar información genética a la mujer para el desarrollo fuera de su cuerpo, del hijo. La mujer es definida por el rol de recibir información genética del hombre, con el posterior desarrollo del hijo dentro de su cuerpo.

Nacemos con un sexo biológico determinado genéticamente. Sin embargo, ahora parece que lo que es innato es el ‘género’, mientras que lo que puede ser ‘cambiado’ es el sexo. ¿Existe un gen que determine la transexualidad? ¿El transexual nace?

La afirmación de que el sexo puede ser cambiado no es científicamente correcta. Lo que es modificado con la cirugía y las hormonas es la apariencia física, no el sexo. Los factores que influyen en el ‘género’ de una persona no se conocen bien. Si bien puede haber una influencia genética en la ‘identidad de género’ no hay pruebas de que exista un gen específico del ‘género’.

Si tal prueba se encontrara, eso no necesariamente equivaldría a llegar a la conclusión de que la ‘identidad de género’ está genéticamente determinada como un rasgo innato e inalterable.

Por ejemplo, hipótesis alternativas podrían incluir la presencia de diferencias genéticas en la capacidad de asimilar el estrés o procesar estímulos ambientales relacionados con comportamientos relativos al sexo.

¿El hecho de ser genéticamente hombre o mujer influye en el desarrollo intrauterino del cerebro?

Además de la presencia de diferencias relativas al sexo en los órganos reproductivos primarios, las diferencias sexuales existen en cada una de las células del cuerpo. Está bien determinado que hay muchas diferencias tanto en la estructura como en la función de los cerebros masculino y femenino.

Las pruebas científicas disponibles sostienen que hay influencias tanto hormonales como genéticas en el desarrollo cerebral. Lo que no es tan bien conocido es cómo las hormonas y el ambiente pueden influir en la función cerebral tras el nacimiento. Hay pruebas suficientes de que el cerebro se adapta a los cambios ambientales. Estos cambios son conocidos como “plasticidad neuronal”.  

¿Ha encontrado alguien imágenes cerebrales típicas y exclusivas de las personas transexuales?

Algunos estudios han mostrado diferencias estructurales en los cerebros de las personas transgénero que parecen coincidir más con su sexo biológico. Sin embargo, esos estudios no prueban que esta sea la causa de la ‘identidad transgénero’, ni tampoco permiten predecir la ‘identidad de género’ de una persona a partir de la estructura cerebral.

Otro ejemplo nos puede ayudar a demostrar los problemas con estos estudios: es bien conocido que los hombres son más altos de media que las mujeres. Sin embargo, no es posible decir si uno es un hombre o una mujer solamente en función de su estatura, porque hay una enorme variación de alturas tanto en hombres como en mujeres.

En los casos de anorexia nerviosa, las niñas no se identifican con sus cuerpos porque sienten que son gordas, a pesar de que están desnutridas. Sin embargo, se procura que estas niñas coman y recuperen su peso, en vez de hacerlas aún más flacas. ¿Por qué se intenta hacer algo diferente en los casos de alteración de identidad sexual?

Aunque hay que reconocer que hay muchas diferencias entre la disforia de género y la anorexia nerviosa, en ambos casos el paciente tiene una percepción de su cuerpo que choca con la evidencia biológica objetiva.

Con la anorexia, las personas creen que son gordas cuando en realidad tienen un bajo peso. En la ‘discordancia de género’ la identidad de una persona entra en conflicto con la realidad biológica de su cuerpo. Pocos doctores podrían recomendar realizar una liposucción o una cirugía de derivación gástrica para alguien con anorexia. Uno ciertamente necesita preguntarse por qué alguien recomendaría una intervención similar como tratamiento para la disforia de género.

¿Hay alguna base científica que sustente los tratamientos del llamado ‘cambio de sexo’ antes del final de la adolescencia?

Los intentos por justificar el bloqueo del desarrollo puberal, la administración de las hormonas sexuales contrarias al sexo biológico y los procedimientos quirúrgicos para alterar la apariencia del cuerpo para conformarlo al ‘género’ están basadas en pruebas muy limitadas y de una calidad científica pobre. Entre los muchos problemas con estos datos se encuentran el pequeño tamaño muestral, el uso de muestras de conveniencia, la falta de controles experimentales apropiados y su seguimiento en el corto plazo.

¿Hay estudios en el medio o el largo plazo sobre los efectos de tratar estos casos médicos antes de la adolescencia con hormonas y cirugía?

No hay estudios de largo plazo que demuestren un beneficio mantenido en el tiempo con el comienzo del tratamiento durante la pubertad. Los estudios a corto plazo muestran un descenso de la disforia, pero los únicos estudios a largo plazo que se han realizado son sobre pacientes que comenzaron el tratamiento después de la pubertad.

Los resultados son alarmantes en cuanto que muestran una alta tasa de suicidio persistente en comparación a la población en general, en pacientes que generalmente habían mostrado una mejoría a corto plazo tras los tratamientos. Sin embargo estos estudios no incluyeron el control de pacientes que no recibieron tratamiento por lo que no es posible saber si fue dicho tratamiento el que mejoró estos resultados. Lo que sí indican estos estudios es que los tratamientos no resolvieron el problema.

Los defensores del enfoque actual del tratamiento argumentarán que los malos resultados se deben a la presión social. Si bien esto es una posibilidad, hay muchas objeciones a esta teoría y hay muchas otras explicaciones potenciales.

¿Existen casos específicos que deban ser tratados desde el punto de vista médico a través del llamado ‘cambio de sexo’? ¿Hay una edad definitiva en la que esos niños deban ser tratados?

Cerca de una docena de estudios realizados a lo largo de varias décadas han demostrado de forma fehaciente que la mayoría de niños que presentan discordancia de género finalmente realinean su identidad de género con su sexo biológico si nada se interpone en esta trayectoria.

En la actualidad no es posible predecir qué niños continuarán experimentando la discordancia de género después de que hayan completado la pubertad respecto a aquellos  que ya no la tendrán.

Hay algunas pruebas de que los que tienen el grado más intenso de disforia al comienzo de la pubertad tienen más posibilidades de seguir manteniendo esa identidad transgénero.

Dado que la causa subyacente de la discordancia de género no es conocida, las pruebas existentes sugieren que la condición es multifactorial (hay muchas influencias distintas que difieren en cada persona que experimenta la condición) y como no han habido estudios adecuados sobre otros enfoques terapeúticos, sería muy engañoso asegurar que hay un único tratamiento que debe proporcionarse a los pacientes afectados

No hay suficiente evidencia que demuestre que la única o la mejor estrategia para aliviar la disforia y prevenir el suicidio son las intervenciones que alteran la apariencia del cuerpo para adecuarlo a la ‘identidad de género’.

¿Cree que los médicos tienen suficiente formación sobre la disforia de género?

El número de médicos que tratan a pacientes con disforia de género está creciendo rápidamente en todo el mundo. La mayoría basan sus tratamientos en las recomendaciones de la Sociedad Endocrinológica y la Asociación mundial de profesionales de la salud transgénero (WPATH por sus siglas en inglés).

El conocimiento de las evidencias científicas, o de su falta de ellas, en las guías terapeúticas es alarmantemente bajo. Son pocos los médicos que están haciendo planteamientos correctos y aún menos los que están buscando tratamientos alternativos eficaces que refuercen la dignidad de los pacientes afectados en su proceso de comprensión y aceptación de su realidad biológica.

¿Conoce casos de niños que hayan tenido alteraciones en su identidad sexual y hayan estado mal enfocados desde el punto de vista médico? ¿Cómo ha afectado esto a sus vidas?

Dado que este enfoque del tratamiento ha ganado visibilidad y se ha adoptado de forma generalizada, muchas de las medidas de protección que se establecieron para evitar dañar a estos pacientes están siendo abandonada.

Estas medidas incluyen un adecuado estudio psicológico y asesoramiento  (que ahora es entendido como un obstáculo para el acceso al tratamiento), un adecuado consentimiento informado (es discutible si esto puede ser incluso obtenido de un niño) y una adecuada información al paciente sobre el hecho de que los médicos que lo tratan desconocen los efectos a largo plazo del tratamiento propuesto.

¿En qué medida cree que las leyes actuales pueden afectar a los niños con problemas de identidad sexual?

Dada que se desconoce hasta  qué punto influye en el niño prepuberal un entorno social que le reafirma en su falta de identidad, y cómo esto puede alterar su normal proceso de reidentificación con su sexo biológico, las leyes que exigen un reconocimiento y una aceptación en la sociedad pueden ser consideradas como una participación social obligatoria en la experimentación incontrolada y no consentida de los niños.

Las leyes que ordenan una sola vía terapéutica se inmiscuyen en los principios bien establecidos de la medicina basada en la evidencia y eluden el proceso científico habitual de evaluar críticamente las intervenciones propuestas con el rigor científico adecuado.

¿Cree que este Congreso contribuirá a la lucha por difundir la verdad médica?

Este encuentro proporcionará la claridad y la verdad que tanto se necesitan en esta discusión al reunir a expertos científicos y médicos que han evaluado críticamente las muchas afirmaciones prevalentes, pero no confirmadas y engañosas, de los grupos de presión que defienden el paradigma del tratamiento actual para las personas con disforia de género.  

Todos los que están involucrado en el cuidado de personas con disforia de género desean la sanación real de esta población vulnerable. Esto sólo puede suceder con la presentación de una información científicamente precisa. Este Congreso proporciona un excelente foro para abordar esta discusión.