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La lavandería Alavar, Siervas de San José, celebra su 25 aniversario

Gestionada por la Congregación de las Siervas de San José, comenzó su andadura en los bajos de una casa de las Siervas en Madrid, pero pronto los 100m2 se quedaron pequeños y en 2012 tuvieron que trasladarse a una nave industrial de 1.000m2 en Getafe, lo que les ha permitido aumentar su plantilla y clientela.

Desde sus orígenes hasta hoy, Alavar ha contratado a 110 personas, 78 de ellas en riesgo de exclusión, con una tasa de inclusión en el mercado laboral normalizado de un 40%. La situación de vulnerabilidad y la multiculturalidad son dos de los rasgos distintivos de los y las trabajadoras de esta lavandería. Susana de Andrés, sierva y gerente de la lavandería, señala que «en ocasiones no ha sido fácil de llevar porque vienen de culturas muy distintas, con unas realidades muy duras, pero ha sido un aprendizaje más para todos y todas nosotras y hemos conseguido crear un buen clima gracias a que en Alavar colocamos a la persona en primer plano, con el respeto y la comprensión como base de las relaciones».

En la actualidad, la lavandería la integran 22 personas, 15 de inserción y 7 en plantilla fija, de 8 nacionalidades distintas. 

Para poder afrontar la parte de proyecto social, la lavandería cuenta con una subvención de la Comunidad de Madrid, que les permite hacer frente a los costes derivados del tiempo de aprendizaje del oficio. El resto de gastos, ya sea de personal, proveedores, impuestos…corre a cargo de la propia Alavar, que ha conseguido ser económicamente viable, después de varios años en los que las Siervas tuvieron que mantenerla con sus propios medios. Como empresa de inserción reinvierte sus beneficios y no tiene ánimo de lucro, pero tampoco «tenemos ánimo de pérdidas», destaca Susana. 

Lavandería de oportunidades

Alavar celebra los veinticinco años de una lavandería de oportunidades, un camino de aprendizajes personales y profesionales, un ejemplo de rentabilidad económica y de dignidad laboral, un espacio para la formación profesional y espiritual. Como el propio nombre indica, un lugar en el que lavar la ropa y alabar a Dios.