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El Domund y 1.400 kilómetros en autobús para ir a Misa en plena pandemia

Cuando José Luis Mumbiela, español y obispo de Almaty (Kazajistán) aceptó ser destinado a este país siendo sacerdote en 1998, escuchó cosas como «si es zona de musulmanes, ahí no hay nada, vas a pasar hambre, os van a matar…». Sin embargo, 23 años después está convencido de que valió la pena dar el paso. Este martes, lo ha compartido en la rueda de prensa de presentación de la Jornada Mundial de las Misiones (Domund), organizada por OMP y que este año tiene como lema Cuenta lo que has visto y oído

Este obispo aragonés ha sido testigo del fruto que ha dado «esa Iglesia acallada y perseguida» en la época soviética, formada en gran medida por polacos y alemanes exiliados a la estepa. Como el beato Wladyslaw Bukowinski, que pasó 13 años encarcelado y aceptó la ciudadanía soviética para seguir atendiendo a la gente allí. O Gertrude Detzel, laica que se dedicó a acompañar a las comunidades cristianas y cuya causa de canonización se abrió en agosto. 

Mumbiela también ha compartido el testimonio que él mismo ha recibido de algunos de sus feligreses. Nada más llegar en 1998, por ejemplo, una anciana de origen alemán le regañó: «Y ustedes, ¿por qué han tardado tanto en venir?¿Por qué son los últimos? Desde 1991 había libertad. Han venido todos menos ustedes. Los alemanes ahora muchos son ateos, y otros se han ido a otras iglesias o sectas». Esas palabras, ha confesado el obispo, siguen con él hasta hoy. «No podemos ser los últimos si es que hay realmente amor a Dios y a los demás».

La abuela musulmana: «Ven y verás»

Más recientemente, durante la pandemia, un día recibió una llamada de teléfono. Era una mujer tártara, que por convertirse al catolicismo había sufrido muchas presiones de su marido, musulmán. Se ponía en contacto con él porque, con su hija, había hecho 700 kilómetros en autobús desde su ciudad, donde la iglesia estaba cerrada por el confinamiento. Confiaba en que en la catedral de Almaty sí habría Misa. No era así. Pero antes de que «volvieran a coger el autobús de vuelta para trabajar al día siguiente, les dije que vinieran a mi capilla y celebraría para ellas. ¡Hasta dejaron un donativo!». 

No se convirtió una abuela, también musulmana, que fue con su nieto con síndrome de Down a una actividad organizada para ellos por Cáritas. Pero, al volver a casa, «su hija le preguntó “¿Por qué vienes tan contenta?”. A lo que ella replicó: “Ven y verás”». Y ambas «acabaron entusiasmadas». Esto lleva al obispo misionero a estar convencido de que «Dios mueve ficha y esas gentes lo estaban esperando». De hecho, «mucha gente de tradición no cristiana viene a pedir el bautismo sin que nosotros hagamos nada».

Tras la pandemia

En la rueda de prensa del Domund ha participado también Mónica Marín, joven que al volver de una experiencia misionera en Perú fundó la asociación Jatari. Esta palabra, que significa «levántate» en quechua, la ha impulsado a movilizar a otros jóvenes para acercarse a la misión y también a otros voluntariados, y a organizar actividades para recaudar fondos.

Por otro lado, el director nacional de Obras Misionales Pontificias (OMP), José María Calderón, subrayó que este año, con la vuelta a la normalidad tras la pandemia, esperan recaudar más fondos. Aun así, a pesar de las dificultades del año pasado ha recordado que se recaudaron once millones de euros, casi lo mismo que años anteriores. Este logro ha merecido en un par de ocasiones el agradecimiento de los responsables mundiales de OMP.

Entre las actividades de este Domund, Calderón ha destacado el video, la carrera solidaria virtual y el Domund al descubierto, que este año se desarrolla en la provincia eclesiástica de Toledo y que tendrá su «plato más fuerte» en el pregón que pronunciará el chef Pepe Rodríguez el jueves 21 en la catedral primada.

Labor imposible sin el Domund 

En esta Iglesia pequeña y pobre, uno de los 1.116 territorios de misión en todo el mundo, resulta esencial la ayuda de Obras Misionales Pontificias, con fondos enviados también desde España. Son, ha subrayado, «una parte importante del oxígeno diario que respiramos» para su funcionamiento cotidiano. Pero con ese dinero se financian también proyectos de atención a la infancia (mediante Infancia Misionera) y el único seminario para toda Asia Central (gracias a la campaña de Vocaciones Nativas). 

Allí, ha añadido Mumbiela, organizan las mismas colectas. Porque no se trata de que los países ricos ayuden a los pobres, sino de educar en el sentido «de la catolicidad» y de la responsabilidad hacia toda la Iglesia. «Es sentirse una familia donde todos hacemos caja común».