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Cuaresma: una parada para coger un nuevo impulso

Acaba de arrancar la Cuaresma, 40 días de preparación a la Pascua que recuerdan la soledad de Jesús tras su Bautismo, cuando fue tentado por el diablo, y también los 40 años que el Pueblo de Israel vagó por el desierto. Estos días constituyen, incluso con más fuerza en la pandemia, una invitación a la conversión y a la reconciliación con Dios y con los hermanos.

En su mensaje de este año, el Papa Francisco vincula las tres virtudes teologales con el ayuno, la oración y la limosna, modos tradicionales de vivir este tiempo. Así incide en la importancia de detenerse, apartar cosas superfluas y silenciar ruidos y falsos problemas. En medio de la incertidumbre, se trata de tener un corazón sencillo que acoja la Palabra y así se abra «a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello».

Es también, aunque resulte contradictorio e incluso parezca una «provocación» –en términos del Sucesor de Pedro–, un tiempo para hablar de esperanza. Hay que «dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos», y hay que optar por poner «palabras de aliento, que reconfortan» en vez de «palabras que humillan, que desprecian». La clave para dar «razón de nuestra esperanza», detalla, está en buscar momentos de recogimiento y oración para dejarse iluminar por el Señor.

En este camino, finalmente, es inevitable «salir de nosotros mismos» e ir al encuentro de los demás, especialmente de quienes más sufren, como tantas personas que padecen las consecuencias sanitarias, económicas y sociales de la COVID-19. «La caridad es don que da sentido a nuestra vida» y que lleva a considerar «a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano», señala el Papa. Desde la pequeñez de cada uno, cada uno en la medida de sus posibilidades, se podrá construir un «mundo nuevo». Preparémonos.