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La congelación de óvulos a debate

El negocio de la congelación de óvulos

El siglo XXI pinta igual que el siglo XX. Pasarán a las historia como los siglos más anti femeninos. Serán recordados como la vuelta a esos tiempos en que la mujer era despreciada en su condición de tal. Pero habrá una diferencia con los siglos precristianos. En esos siglos todo el mundo, sobre todo las mujeres, eran conscientes de que eran personas de segundo clase. Hoy, en cambio, ese desprecio a la mujer es vestido con ropajes de liberación y emancipación. Y muchos así lo viven.

Viene esta introducción a cuenta del debate que presenta el periódico El Mundo sobre la congelación de óvulos. La visión buenita nos dice que la congelación de óvulos es una gran oportunidad para que la mujer no pierda el tren de la maternidad y a la vez pueda en su mejores años desarrollar su carrera profesional sin cortapisas. Esa cortapisa, habrán deducido ustedes, es la maternidad.

Sin embargo, la visión realista no es tan bucólica. Por un lado, este debate pone de manifiesto que el mundo de hoy no valora a la mujer en aquello que le es propio y le distingue del hombre: la maternidad. ¿Por qué? Porque plantear que la mujer debe retrasar lo propio de ella, la maternidad, en aras a contribuir al mundo profesional es reducir la mujer a mero factor productivo. Si lo más grande que hay en el mundo, una madre, queda reducido a factor productivo nadie negará que estamos ante un gran desprecio.

Esta visión (mercantilista) prioriza que la mujer, en sus mejores años (los 20 a los 45) dedique todas sus energías al mundo del trabajo, a la economía y que se dedique a la maternidad cuando realmente ya no está en plenitud de condiciones para ello.

Por otro lado, es un mensaje falso. En primer lugar, porque no es verdad, por muchas técnicas de reproducción asistida que usemos, que se pueda ser madre a cualquier edad. En segundo lugar, porque con la actual estructura económica – que penaliza la maternidad – una mujer siempre verá perjudicada su carrera profesional sea cual sea la edad en que decida ser madre. Luego con la congelación de óvulos la mujer, en tanto en cuanto se mantenga la mentalidad actual, solo habrá podido retrasar el perjuicio a su carrera, pero no evitarlo. Eso sí, saldrá del mercado laborar en un momento en quizás sea menos productiva. Y eso beneficia a los mercantilistas.

El colmo del cinismo es plantear que esta medida ayuda a luchar contra el invierno demográfico. Cualquiera sabe que las mujeres que opten por la congelación de óvulos tendrán significativamente menos hijos que las mujeres que prioricen la maternidad al mundo laboral. Luego fomentar este tipo de planteamiento contribuye a agravar el invierno demográfico.

Esta es la verdadera cara del “altruismo empresarial y social” de la congelación de óvulos. Convertir a la mujer en factor de producción; hacerle relegar aquello que le es más propio, la maternidad. El mal vestido de bien, algo muy propio de nuestra época.

En conclusión, la ciencia sirve ciertamente para mejorar la vida de las personas pero tiene un límite ético derivado de la ley natural. Que las mujeres posterguen un poco su maternidad para dar inicio a su vida profesional es una cosa. Que manipulen el don de la vida congelando sus óvulos antes de los cuarenta, como propone esta técnica, para luego hacerlos fecundar por FIV (fecundación in vitro) y así tener un hijo, ya es otra historia. Primero porque aunque la fecundación sea homóloga, ( es decir con los gametos propios de los padres) ésta no se producirá de manera natural con lo que se rompe la unidad del acto conyugal y en segundo término, porque la FIV es un procedimiento por definición abortígeno, en tanto siempre se fecundan más óvulos que los necesarios y que los que, luego de la selección genética, se implantan en el útero materno, siendo congelados los “sobrantes” o directamente desechados.