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El Papa Francisco pide poner el Belén durante la Navidad

El Papa Francisco ha firmado la Carta Apostólica «Admirabile signum» en la que pide que la práctica de poner el Belén en Navidad «nunca se debilite» y que «allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y revitalizada».

«El hermoso signo del pesebre, tan estimado por el pueblo cristiano, causa siempre asombro y admiración». Así comienza la Carta Apostólica «Admirabile signum» del papa Francisco, en la que exhorta a mantener la piadosa tradición de poner el Belén en tiempos navideños:

«Con esta Carta quisiera alentar la hermosa tradición de nuestras familias que en los días previos a la Navidad preparan el Belén, como también la costumbre de ponerlo en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en las cárceles, en las plazas...»

Tras explicar cómo san Francisco de Asís dio comienzo a esta tradición, el Pontífice señala por qué se ha hecho tan querida para los fieles:

"¿Por qué el Belén suscita tanto asombro y nos conmueve? En primer lugar, porque manifiesta la ternura de Dios. Él, el Creador del universo, se abaja a nuestra pequeñez. El don de la vida, siempre misterioso para nosotros, nos cautiva aún más viendo que Aquel que nació de María es la fuente y protección de cada vida».

La carta apostólica dedica también un papel importante a los más necesitados:

«Tenemos la costumbre de poner en nuestros belenes muchas figuras simbólicas, sobre todo, las de mendigos y de gente que no conocen otra abundancia que la del corazón. Ellos también están cerca del Niño Jesús por derecho propio, sin que nadie pueda echarlos o alejarlos de una cuna tan improvisada que los pobres a su alrededor no desentonan en absoluto. De hecho, los pobres son los privilegiados de este misterio y, a menudo, aquellos que son más capaces de reconocer la presencia de Dios en medio de nosotros».

Francisco indica cuándo el Belén alcanza su verdadero significado:

«El corazón del pesebre comienza a palpitar cuando, en Navidad, colocamos la imagen del Niño Jesús. Dios se presenta así, en un niño, para ser recibido en nuestros brazos. En la debilidad y en la fragilidad esconde su poder que todo lo crea y transforma. Parece imposible, pero es así: en Jesús, Dios ha sido un niño y en esta condición ha querido revelar la grandeza de su amor, que se manifiesta en la sonrisa y en el tender sus manos hacia todos».

Y también, la importancia de la llegada de los Reyes Magos:

«Cuando se acerca la fiesta de la Epifanía, se colocan en el Nacimiento las tres figuras de los Reyes Magos. Observando la estrella, aquellos sabios y ricos señores de Oriente se habían puesto en camino hacia Belén para conocer a Jesús y ofrecerle dones: oro, incienso y mirra. También estos regalos tienen un significado alegórico: el oro honra la realeza de Jesús; el incienso su divinidad; la mirra su santa humanidad que conocerá la muerte y la sepultura».

Por último, escribe el Papa:

«El Belén forma parte del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe. Comenzando desde la infancia y luego en cada etapa de la vida, nos educa a contemplar a Jesús, a sentir el amor de Dios por nosotros, a sentir y creer que Dios está con nosotros y que nosotros estamos con Él, todos hijos y hermanos gracias a aquel Niño Hijo de Dios y de la Virgen María».