
El Padre Pedro Pablo Opeka nació en 1948 en San Martín, al norte del Gran Buenos Aires, en el seno de una familia de inmigrantes eslovenos. Con 18 años ingresó en el seminario de la Congregación de la Misión (Misioneros Vicentinos o Paúles) de San Miguel, y luego estudió Filosofía y Teología en Francia antes de marchar dos años como misionero a Madagascar. En 1975 fue ordenado sacerdote en la basílica argentina de Nuestra Señora de Luján y al año siguiente regresó de nuevo a la gran isla roja, donde lleva desde entonces entregado a la causa de los pobres. El día de su ordenación sacerdotal, según ha contado más de una vez, le pidió a Dios que no le permitiera traicionar nunca la causa de los pobres.
La horrible miseria que encontró en torno al vertedero de Antananarivo, donde los niños se disputaban las basuras con los perros, le llevó a poner en marcha la asociación humanitaria Akamasoa («los buenos amigos», en lengua malgache). Esta «Ciudad de la Amistad» consta hoy de cerca de una veintena de poblados levantados en torno a aquel vertedero donde viven hoy en condiciones dignas miles de personas. El Papa Francisco celebró con ellas la Eucaristía el 7 de septiembre de 2019.
Quinta candidatura
Esta es ya la quinta vez que Opeka es propuesto para el Nobel. En las anteriores su candidatura llegó desde Francia, Mónaco, Argentina y, nuevamente, Eslovenia. El primer ministro esloveno, Janez Janša, ha subrayado la dedicación del Padre Opeka «a las personas que viven en pésimas condiciones de vida». «Sus esfuerzos humanitarios y los de sus colaboradores en Madagascar se han convertido en un proyecto de paz global en la lucha contra la pobreza, la marginación y la injusticia, para que los pobres de todo el mundo puedan llevar una vida digna», ha expuesto.
En Akamasoa el Padre Opeka ha proporcionado casas de ladrillo a 4.000 familias sin hogar, y en los colegios y liceos por él levantados han recibido ya educación más de 13.000 niños y jóvenes.