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¡Ven con papá!

¡Ven con papá! Mariano Barbasán Lagueruela 1897. Colección Particular

La escena tiene lugar en alguna venta imaginaria de España. El padre regresa después de algunos días de trabajo en los campos. Abandonado el hatillo y su azada sobre un montón de leña, le llama con cucamonas a su hija.

–¡Papá, papá!– balbucea llena de alegría la pequeña mientras avanza tambaleante, con los brazos extendidos hacia él.

Detrás, sentada en los escalones, junto a la muñeca abandonada, la madre jalea sus pasos aplaudiendo. El colorido, la gracia, la naturalidad y hasta la elegancia de los pintorescos trajes regionales –de diario– que visten, captan nuestra atención. ¡Ahhhh!, que contraste con la vulgaridad que impera en nuestros días... camisetas con anuncios, pantalones raidos y todo tipo de trapos. En fin...

El sol ilumina las piedras de la rústica fachada, en la que vemos escrito el número de la puerta y una placa que reza estar "asegurada de incendios". Al pie de la escalera, frutas y verduras aguardan un comprador. En el alféizar de la ventana, a la sombra, agua fresca en un botijo, un porrón y unas cuantas botellas para los caminantes.

El artista ha plantado su caballete en medio del camino y reproduce lo que ve con un toque de humor y gran humanidad. Su pincel recoge la armonía del mundo rural y nos ofrece un rico abanico de sentimientos para recordarnos, hoy, una verdad olvidada: el matrimonio cristiano es el garante del equilibrio y del orden en la sociedad.

VIDA

Mariano Barbasán Lagueruela (Zaragoza, 1864-1924) es uno de los grandes pintores aragoneses. Vivió poco en Aragón pero nunca se olvidó de sus paisajes y tradiciones. Era un hombre irónico y juguetón, al que le gustaba tocar la guitarra y alegrar la vida de los demás: lo hacía con la música, cantando jotas, hablando con las gentes o enviando cartas simpáticas a sus amigos, llenas de dibujos, de ingenio y de poesía. Trabó amistad con Joaquin Sorolla y José Benlliure. En 1889 se estableció de forma permanente en Italia. Allí coincidió con otro prestigioso pintor aragonés, Francisco Pradilla. Aparte de las obligadas obras de pintura de historia como pensionado, cultivó exclusivamente el género costumbrista inspirado en los pueblos italianos. Su estilo destaca por un esplendoroso colorido y sensitiva luminosidad, logrados mediante una técnica de pincelada abreviada y de pequeños toques de color, derivada del estilo de Fortuny y los macchiaiuoli. Murió en Zaragoza en 1924.