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Roma locuta, causa finita

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Condena del monotelismo

El nuevo emperador Constantino IV Pogonato (668-685) trajo la paz a la Iglesia. Apenas subido al trono, invitó al Papa Agatón (678-681) para celebrar un Concilio, y, en efecto, se celebró en Constantinopla, desde noviembre de 680 a septiembre de 681. Por haber tenido lugar en la sala imperial llamada trullos, es denominado Trullanum I. Los ciento sesenta prelados reunidos proclamaron la doctrina de las dos voluntades en Sin embargo, también condenaron al Papa Honorio. Se pregunta, pues, qué significación tiene esta condenación. Lo que fue aprobado por el Papa, que es lo único que tiene valor conciliar, es la condenación de Honorio, no como hereje, sino por su negligencia por no haber atajado la herejía. Este mismo alcance tenía la condenación que luego se repitió diversas veces en la Iglesia.

Después de esto, el monofisitismo no desapareció, sino que continuó, más o menos arraigado, en algunos territorios de Egipto, Abisinia, Siria y Mesopotamia, entre los coptos, melquitas, jacobitas, etc. Aun en nuestros días se sostienen cerca de un millón de monofisitas.

Herejías soteriológicas

De un carácter muy diverso eran las herejías llamadas soteriológicas, por referirse a la soteria, o medios de salvación.

Pelagianismo, Pelagio. San Agustín

La primera y principal es la promovida por Pelagio. Él y su amigo Celestio se hallaban en Roma hacia el año 410, donde proponían esta nueva doctrina. El hombre, decían, puede por sí solo obrar el bien; no necesita para ello el auxilio sobrenatural de la gracia. Posee una naturaleza perfecta, ya que no se transmite el pecado de Adán. De este modo ganó muchos adeptos. Pero al entrar los visigodos en Roma, el año 410, ambos se trasladaron a Cartago, donde continuaron esparciendo sus ideas.

Mientras, al poco tiempo, Pelagio se dirigía al Oriente, Celestio fue descubierto en Cartago, y en un sínodo de 411 fueron condenadas varias proposiciones suyas sobre el pecado original. Entonces comenzó a intervenir en esta materia San Agustín, que debía conseguir, en su lucha contra el pelagianismo y en su defensa de la gracia, el título de Doctor de la gracia. Poco a poco fue publicando las obras básicas sobre esta materia, en las que se defendía la necesidad absoluta del auxilio sobrenatural de la gracia para toda buena obra y para la perseverancia final.

Ulterior desarrollo del pelagianismo

En el Oriente procuró Pelagio ganar fama de director de almas. Vivió algún tiempo retirado en Belén, y obtuvo éxito, sobre todo desde que ganó para su causa a Juan de Jerusalén. Con su apoyo decidido, obtuvo triunfos resonantes, como los del Concilio de Jerusalén, y, sobre todo, de Dióspolis (hoy Lidda), del año 415. Con expresiones ambiguas, Pelagio logró engañar incluso a los enviados apostólicos. Pero también en Oriente fue descubierta la herejía. San Jerónimo fue el primero en darse cuenta de ella, y en su Comentario sobre Jeremías procuró ponerla de manifiesto.

El Papa Inocencio I (401-417)

San Agustín, entre tanto, vigilaba desde África. El año 416 reunió dos sínodos en Cartago y en Mileve, donde se condenó la nueva herejía. Las actas fueron enviadas a Roma. Entonces fue cuando, bien informado Inocencio I (401-417), condenó por vez primera la herejía. Cuando San Agustín recibió en 417 esta respuesta pontificia, exclamó: "Roma ha hablado; se terminó la controversia. Ojalá termine también el error." Mas por desgracia, éste no había terminado, pues Pelagio y Celestio continuaban poniendo en juego todas sus artes de disimulo.  

Compendio de Historia de la Iglesia Católica

Bernardino Llorca, S.F.