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Lecciones de la Historia Sagrada

Lecciones de la Historia Sagrada

Se consignaron por inspiración del Espíritu Santo a diversos personajes de la historia, tanto hebrea, en el Antiguo Testamento, como griega cristiana, en el Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento se compone de 46 escritos, y el Nuevo de 27.

La Vulgata es una traducción de la Biblia hebrea y griega al latín, realizada a finales del siglo IV (en el 382 d.C.) por San Jerónimo de Estridón. Fue encargada por el papa Dámaso I. Se escribió en un latín corriente en contraposición con el latín clásico de Cicerón, que San Jerónimo dominaba. El objetivo de la Vulgata era ser más fácil de entender y más exacta que sus predecesoras, y se tomó como el único texto latino autorizado para la Biblia. Aquí vemos a San Jerónimo visitado por el Ángel trompetero del Juicio Final, mientras trabajaba en la traducción de los textos sagrados.

Historia Sagrada

La Historia Sagrada nos enseña las siguientes verdades que se relacionan una con otra:

1. El hombre fue creado por Dios en estado de justicia original para gozar de la felicidad eterna.

2. De este estado cayó por la culpa original, que oscureció su razón para conocer la verdad, y debilitó su voluntad para amar el bien.

3. Compadecido Dios del hombre caído, suplió, por medio de la revelación, la oscuridad de su inteligencia, y le prometió un Mesías reparador.

4. La primera revelación que hizo a Adán la renovó más tarde con más amplitud a los patriarcas, confirmándoles la promesa del Mesías.

5. Pero cuando el pueblo judío, libertado de la esclavitud de Egipto, comenzó a ser nación, Dios le dio un código religioso, esto es, la revelación Mosáica, y estableció la Sinagoga como Iglesia, para que conservase, interpretase e hiciese cumplir la ley establecida.

6. Llegado el tiempo en que debía tener cumplimiento la gran promesa, apareció el Mesías, Hombre Dios, el cual predicó su doctrina y confió el depósito de la misma a los Apóstoles, esto es, a la Iglesia; pues Él no escribió libro alguno. La Iglesia, pues, conserva, interpreta y aplica la nueva ley.

7. Jesucristo nombró a San Pedro y a sus sucesores Jefes de la Iglesia.

8. San Pedro, Jefe de la Iglesia, salió de Antioquía y fue a Roma, capital entonces del mundo entero, y allí estableció su Sede. Sus sucesores continuaron residiendo en Roma; aunque, por motivo de persecución, tenían que vivir en las catacumbas. Después del tercer siglo de la Era Cristiana, el emperador Constantino abrazó la Religión de Cristo, fundó iglesias en Roma y las dotó, trasladando su sede imperial a Constantinopla, ciudad fundada por él. Desde entonces, los emperadores y reyes que dominaron Italia no residieron en Roma, sino que sólo pasaban por esta ciudad como viajeros y tenían la corte en Rávena, Pavía o Milán. De este modo, Roma, por disposición de la Divina Providencia, fue la ciudad del Vicario de Cristo.