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La segunda jerarquía

Según la clasificación del Pseudo-Dionisio, aceptada por los teólogos y la Tradición de la Iglesia de forma bastante común (aunque no total), la segunda jerarquía angélica está formada por tres coros: dominaciones, virtudes y potestades.

Este autor expone que “el orden medio de los espíritus celestes (es decir, la segunda jerarquía) logra la purificación, la iluminación y perfección […] gracias a las iluminaciones divinas que se le han concedido en segundo lugar por mediación del primer orden jerárquico y, a su vez, este orden medio lo comunica según esta iluminación segunda” (La Jerarquía Celeste, cap. VIII, 1); lo comunica, aclaramos, a la tercera jerarquía.

Las menciones a los tres coros del segundo orden angélico aparecen más propiamente en textos del Nuevo Testamento que poco nos explican en detalle sus misiones o funciones: Col 1,16; Ef 1,21; 1Pe 3,22.

Presidir es estar al frente

San Gregorio Magno, que cambia algo el orden de los coros ofrecido por el Pseudo-Dionisio y no habla de jerarquías, dice que se llama “virtudes” a los espíritus por medio de los cuales se obran más frecuentemente los prodigios y milagros”. Por su parte, las “potestades” son los que, “de entre los de su orden, han recibido mayor poder para tener sometidos a su potestad los poderes adversos, a los cuales reprimen para que no tienten cuanto pueden a las almas de los hombres”. Y “dominaciones” son “los que todavía superan en poder a los principados, porque presidir es estar al frente, pero dominar es tener sujetos a los demás. De manera que los ejércitos de los ángeles que sobresalen por su extraordinario poder, en cuanto tienen sujetos a su obediencia a los demás, se llaman dominaciones” (Homilías sobre los Evangelios, 34, 10).

El Pseudo-Dionisio, en su típico misticismo, sostiene que las dominaciones son espíritus libres de toda opresión y que, sin temor servil, permanecen solícitos ante Dios, hallándose continuamente a su servicio y dominando a los espíritus angélicos inferiores. Las virtudes, dotadas de una invencible virilidad que manifiestan en todos sus actos deiformes, impiden cualquier disminución de la luz divina infusa y prestan a los ángeles inferiores la fortaleza que necesitan. En fin, las potestades, incapaces de abusar tiránicamente de su poder y siempre invenciblemente dirigidos hacia las cosas de Dios, prestan a los demás ángeles un concurso bienhechor (La Jerarquía Celeste, cap. VIII).

Providencia y custodia de los ángeles

El Doctor Melifluo, San Bernardo de Claraval, gran impulsor del monacato cisterciense, no sigue exactamente el orden de los coros angélicos del Pseudo-Dionisio, pero vamos a recoger lo que dice con relación a los que éste engloba en la segunda jerarquía. Con relación a las dominaciones, indica que sobresalen por encima de otros órdenes angélicos siéndoles los demás como subordinados, “pues de ellos depende el gobierno de los principados, la protección de las potestades, los portentos de las virtudes, las revelaciones de los arcángeles, la providencia y custodia de los ángeles”. En cuanto a las virtudes, “son los que ordenan ejecutar los signos y prodigios que para aviso de los mortales aparecen en los elementos o por los elementos de la naturaleza”, fundamentándose para ello en Lc 21,25-26, según la traducción de la Vulgata: “aparecerán portentos en el sol, la luna y las estrellas, porque las virtudes de los cielos se pondrán en movimiento” (virtutes caelorum movebuntur; en otras traducciones se vierte por “los ejércitos de los cielos” o “las potencias del cielo”). En fin, de las potestades dice que “por su fuerza queda subyugado el poder de las tinieblas, reprimiendo su malicia” (Sobre la consideración, libro V, IV, 8).