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La satisfacción del esfuerzo

Es usted por casualidad el catedrático D. Miguel de Unamuno? Y contestó D. Miguel: “Por casualidad no, por oposición.” Horas de esfuerzo estudiando “rompiendo codos”, al decir popular, dedican los buenos estudiantes para intentar el fin que se han propuesto. Esto es cumplir con el deber, tal como un buen trabajador “suda la camiseta” haciendo a conciencia la tarea que le han encomendado. Intentar hacer el trabajo bien acabado, y no decir eso de “¡va! me da igual como quede… Eso es lo del albañil chapucero: “Pared, tente mientras cobro” Hacer bien el estudio o el trabajo vale la pena, han dicho hombres sabios, que eso es virtud. Y virtud, es armonía, es levadura del placer humano, fuente del bien, secreto de la suerte, deber del hombre sano, honra del varón fuerte. El estudio, el trabajo, los esfuerzos para alcanzar un fin llevan consigo muchas veces sudor y lágrimas. Por eso dice el poeta: “Dios, con rodear de espinas las rosas de los rosales, nos enseñó que lo bueno se logra a fuerza de sangre.” Y esto da alegría, pues, hace muchos siglos ya la Biblia, en los salmos nos dice claramente: “A la tarde habrá llanto, y a la mañana alegría.” Gran cosa es la alegría, hasta los médicos dicen que da salud. Se ha experimentado que dos enfermos con la misma enfermedad, el optimista y alegre, se cura antes que el pesimista y triste. Y algunas personas están tristes por pensar mucho en sí mismos. Y esto les lleva a estar “más triste que un pinar cuando anochece.” (Lope de Vega) Y en plan chistoso dice una jota sobre el egoísta: “No comas con tu parienta juntico en un mismo plato, que ellas se cogen las tajadas y a ti te dejan el caldo.” Pero puede que sea el hombre el egoísta y no ellas, ¿eh?