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La crisis del Patriarcado

Escritor

Pensé sobre el asunto. Extrañas escenas del pasado cruzaron mi mente. Las figuras empezaron a respirar mientras el escenario, como si formara parte de un imaginario teatro, comenzó a girar. A cada segundo, la velocidad se incrementaba y los personajes se difuminaban hasta convertirse en borrosos bultos de colores. El horizonte había desaparecido, un pesado vapor invadía el ambiente y la composición se había trocado en una horrible ficción.

Perdida su natural donosura, el viejo edificio lucha contra su destino. La lluvia y el viento sacuden sus paredes, se cuelan por sus ventanas hasta hacer que la miseria ocupe sus más íntimos recovecos. El tiempo transcurre tan veloz que, a veces, no somos capaces de fijar nuestras posiciones antes de que nuestras opiniones pierdan vigencia.

Los elementos materiales carecen de alma. Sólo las personas son capaces de amar y de odiar. De ayudar a quien lo solicita sin reclamar el reconocimiento. De sentir el dolor de quien camina a su lado.

El Patriarcado

El Patriarcado es una forma de Organización Social nacida en Grecia. El nombre proviene del griego. Arkhein; mando y páter; padre. Basada en la figura del patriarca como máximo responsable social económico, político y religioso del grupo, presupone la superioridad del padre sobre la madre, del marido sobre la esposa y del varón sobre la hembra. Su vigencia, posiblemente originada en las sociedades sedentarias agrícolas, representa una evolución de la organización del trabajo. Si en un primer momento la caza y la recogida de verduras y frutos se complementa perfectamente, la actividad cinegética, unida a la guerra, cobra mayor importancia con el paso del tiempo hasta hacerse prioritaria. En ese momento, el patriarcado establece sus pautas de comportamiento.

En las Sociedades Agrícolas, esta organización tiene cierto sentido. Los miembros del grupo deben estar unidos para enfrentarse a los peligros que llegan del exterior. El mundo gira en torno a lo masculino. Estos sistemas aislados, establecidos sobre las diferencias de los derechos entre unos y otros integrantes del Grupo Social pierden vigencia con la llegada de la industrialización y la incorporación de las mujeres al mundo laboral.

Basado en las organizaciones tradicionales, el Patriarcado diferenciaba entre los “nuestros” y los “bárbaros”, como si unas personas fueran diferentes de las otras. Con la sacralización de este apriorismo se establecía una diferencia, ajena a los Evangelios, entre personas de diferente origen.

El 28 de agosto de 1963, en las escalinatas del Lincoln Memorial, Martin Luther King, dijo: “Hace un siglo, un americano excepcional, bajo cuya sombra simbólica nos encontramos hoy, firmó la Declaración de Emancipación… Hoy, sin embargo, cien años después, debemos afrontar la trágica realidad: los negros todavía no son libres… Cien años después, el negro vive en una isla solitaria regentada por la pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad materialista… Yo tengo un sueño… Cuando dejemos que la libertad nos llame, cuando dejemos que nos llame desde todos los pueblos y aldeas, desde todos los estados y todas las ciudades, entonces podremos impulsar y hacer emerger el día en que todos los hijos de Dios, hombres negros y hombres blancos, judíos y gentiles, católicos y protestantes, podrán unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: ¡Por fin libres! ¡Por fin libres!¡Gracias al Dios Todopoderoso, por fin somos libres!”

Constitución Europea

Con la entrada en vigor de la Constitución Europea, el 1 de noviembre de 2006, que, en su artículo 1.2 expresaba, que “Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres.” Se establecía la igualdad de derechos de todos sus ciudadanos, tuvieran éstos, el sexo o el color que tuvieran. Lo hacía, inspirándose, tal y como reconoce en su preámbulo primero, “en la herencia cultural, religiosa y humanista de Europa.”

En el discurso previo a la aprobación y promulgación de la Constitución española, el rey, Don Juan Carlos, manifestaba “mi decidida voluntad de acatarla y servirla”, poniéndose, de esta guisa, como el primero de los españoles, al servicio de la Norma que nacía. Son varios los artículos que la Constitución española dedica a la igualdad. Comenzando por el 14. “Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.”

A pesar de las innegables medidas adoptadas en favor del cumplimiento del texto constitucional, la igualdad aún no se ha alcanzado en su totalidad. Quizás, debido a problemas estructurales que se escapan de nuestro constructo social. La organización del trabajo en nuestros días se ha complicado. En parte por su escasez, precariedad contractual o la división sexual del trabajo, pero también, por la necesaria adaptación a las innovaciones tecnológicas. Aún existe tarea pendiente.