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La amistad exige humildad y desinterés

El mundo cree que idealizamos a nuestro amigo y nos dice que el amor es proverbialmente ciego. No es así: solo el amor ve, y así puede «revelar el secreto del corazón llano de una mala hierba». Solo quienes amamos vemos lo que los ojos embotados no ven nunca. Si nos preguntamos qué ve otra persona en su amigo, debe ser el asombro de la humildad, no el asombro arrogante del orgullo. Esa persona ve algo que a nosotros no se nos permite ver. Bajo una capa que solo parece escoria sin valor, puede brillar el oro puro de un carácter justo. Que alguien en el mundo nos ame y vea en nosotros no lo que ven ojos más fríos, no ya lo que somos, sino lo que podemos ser, debería por sí mismo hacernos humildes y gentiles al enjuiciar las amistades de los demás. Nuestros amigos ven lo mejor de nosotros y, por eso mismo sacan lo mejor de nosotros.

Lo que más dificulta todo este asunto es que la relación de amistad sea tan a menudo unilateral. Extraña que haya tanto afecto no correspondido en el mundo. Parece casi imposible conseguir una unión totalmente equilibrada. Alguien da mucho más y tiene que contentarse con recibir mucho menos. Una de las cosas más humillantes de la vida es cuando otro parece ofrecer su amistad generosamente y nosotros somos incapaces de responder. Hay tanto amor por ahí que parece ir mendigando. Tan pocos vínculos parecen completos. Tanto afecto parece no ser correspondido.

Pero, ¿estamos seguros de que no es correspondido? La dificultad la causan nuestros modos egoístas, tan comunes. La mayoría de las personas, si pudieran elegir, preferiría ser amada antes que amar, si solo una de las alternativas estuviera permitida. La raíz está en el egoísmo que existe en la naturaleza humana, que nos hace pensar que es poseer lo que nos hace felices. Pero la gloria de la vida es amar, no ser amado; dar, no recibir; servir, no ser servido. Puede que no sea culpa nuestra no poder responder a la oferta de amistad o amor, pero es sin duda nuestra desgracia. El secreto se revela al otro y se nos oculta a nosotros. La ganancia es para el otro y la pérdida es nuestra. El milagro es el amor, y el amante recibe la maravilla y la alegría.”

“Es cierto que la amistad de oro no es algo común que uno pueda encontrarse tirado en la calle. No valdría si fuera así. Como la sabiduría, hay que buscarla como quien busca un tesoro escondido, y conservarla exige reflexión y cuidado.

El índice de este tratado sobre la amistad es sugerente en extremo: apreciar el don de la amistad, cultivar nuestras amistades con cuidad, que nuestras amistades den frutos, discernir al elegir nuestros amigos, reconocer que la amistad trasciende la muerte, protegerse de las amenazas de la amistad, tomar la iniciativa de renovarlas amistades, respetar los límites de la amistad, y, finalmente, buscarla amistad con Dios.

“El Arte de ser un Buen Amigo”

Hugh Black. Editorial Rialp.