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¡¡Hasta verte, Cristo mío!!

Hasta verte, Cristo mío

Puede resultar un poco irreverente la expresión: ¡hasta verte Cristo mío! Sin embargo, esta costumbre andaluza de beber de un solo trago la escudilla de vino de cerámica trianera, en cuyo fondo aparece pintada una figura de Cristo crucificado, mientras se recita suspirando tan particular “jaculatoria”, muestra la llaneza del trato con lo divino que tienen nuestras gentes. Y si no, que se lo pregunten a la santa de Ávila, que al quejarse de las dificultades que encontraba en el camino, Jesús le dijo: “Teresa, así trato yo a mis amigos”. Y ella, tan campechana, le respondió sin titubear: ¡por eso tienes tan pocos!

El protagonista de la escena es un santero, que lleva la imagen de un Niño Jesús de casa en casa pidiendo limosna. Lo sorprendemos en el momento en el que hace una precipitada pausa para saciar su sed. Deja caer al suelo sin preocupación su sombrero castoreño y su capa, pero no suelta la escultura, que mantiene agarrada con el brazo izquierdo, mientras empina la escudilla de vino con la mano libre y un ligero movimiento del cuerpo, flexionando las rodillas, para apurarla hasta el final.

Le observa entretenido el goyesco personaje de la mesa, que alguna puya graciosa le tirará en breve. El tosco tabernero, de gesto un tanto huraño, sostiene en su mano derecha una jarra metálica y golpea con los nudillos de su mano izquierda el mostrador –reducido al alfeizar de una ventana–, instándole a que termine y vuelva a poner la escudilla para servirle otra ronda.

El pintor se recrea en la escena añadiendo un toque humorístico al colgar ese cuadrito con la advertencia “hoy no se fía aquí, mañana sí”, que aún puede verse en algunos bares sevillanos. La pequeña jaula con su jilguero y el altarcito de cerámica con una imagen de la Virgen que se ve al fondo, rematan la estampa.

La pintoresca figura del santero ha desaparecido en nuestros días, pero perdura la tradición de hacer circular entre los devotos ciertas “capillas”, de la Milagrosa, de San Antonio, del Corazón de Jesús, de San José, etc. Se le reserva un lugar digno en la casa, se enciende una vela para recibirla, o cuando se va a rezar, y al cabo de unos días se pasa a otro vecino. El responsable por la capilla organiza los turnos, da las instrucciones y recoge las limosnas para la obra benéfica que se haya definido. Es el moderno santero.

José García y Ramos (Sevilla, 1852-ibídem, 1912) fue alumno de la Escuela Provincial de Bellas Artes de Sevilla desde muy joven, completando su formación en el taller de José Jiménez Aranda, con el que viajó a Roma en 1872. Allí se ganó la vida con pinturas de pequeño formato con paisajes y personajes andaluces y conoció a Mariano Fortuny que influiría notablemente en su obra posterior. La pintura de García Ramos suscribe la idea regionalista que reivindica estos modos de vida y de sentir, humildes pero válidos, esencias propias y distinguidas de las de otras latitudes, que iban siendo irremisiblemente laminadas por el avance industrial. Su dibujo es grácil y su pincelada colorista. Se convirtió en uno de los grandes pintores de su época gracias a la maestría y espontaneidad con que recreaba las escenas típicas de su Andalucía natal.