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Eugenia, emperatriz de los franceses y sus damas de compañía

Eugenia, emperatriz de los franceses y sus damas de compañía

Tomando como inspiración las escenas bucólicas del siglo XVIII, esta composición monumental sitúa a doña Eugenia de Montijo y su séquito descansando durante un paseo en el claro de un ameno bosque. Se han entretenido recogiendo flores para luego adornar sus estancias.

Ligeramente a la izquierda del centro, sobresaliendo de forma natural en el grupo, la emperatriz consorte de los franceses, como esposa de Napoleón III, nos muestra un pequeño ramillete en la mano.

Bajo el Segundo Imperio (1852 y 1870), la moda francesa conquistó el mundo entero. La elegancia de formas y delicadeza de materiales define un buen gusto que agrada. Ciertos avances, como el uso de la máquina de coser, permiten novedades que se combinan con estilos inspirados en el Antiguo Régimen (el ambiente anterior a la Revolución francesa).

Esta pintura de Winterhalter sería casi un cartel publicitario de la época. Agradable a la vista, tuvo tanto éxito que se reprodujo hasta en calendarios y cajas de chocolates. Es la imagen de un mundo ideal, dulce, vaporoso, sublime, con el que todos, hasta los más humildes, anhelan alcanzar de alguna forma. ¿Qué niña no sueña con ser princesa?

Los vestidos, confeccionados con delicados paños están adornados con profusión de cintas, volantes y encajes. Es el triunfo de la crinolina, esa estructura ligera con aros de metal que mantenía huecas las faldas de las damas.

Esta prestigiosa evocación de la elegancia francesa en la segunda mitad del siglo XIX subraya el encanto chispeante de la Belle Époque, que desaparecería brutalmente en el barro de las trincheras en 1914.

Franz Xaver Winterhalter (1805-1873) fue un pintor y litógrafo alemán especialmente conocido por sus retratos de la realeza realizados a mediados del siglo XIX. Era el sexto hijo de un granjero y productor de resina de una aldea de la Selva Negra. Después de asistir a la escuela en el monasterio benedictino de St. Blasien, partió para estudiar dibujo y grabado con solo 13 años de edad. Entró en los círculos cortesanos en 1828, cuando se convirtió en maestro de dibujo de Sofía Guillermina de Suecia, en Karlsruhe. En París, se convirtió pronto en un pintor de moda. En 1852 viajó a España para pintar a la reina Isabel II. Ningún pintor de retratos disfrutó jamás de tanto patronazgo real como Winterhalter, solo Rubens y Van Dyck trabajaron en cierta medida como él a nivel internacional. El Palacio de Liria de Madrid alberga al menos dos obras suyas, y el Palacio Real un retrato de Isabel II con su hija la infanta Isabel.