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El Sesenta y Dos

Es una preciosidad, y muy propio para rezarlo cuando es de mañana, cuando nos levantamos.

Por ti madrugo: o sea reconozco que Dios, tú eres mi Dios, es lo primero en mi vida. Cuando abro el ojo, cada mañanita, no sólo le digo que “por ti madrugo”, sino que reconozco que yo, o sea mi cuerpo y mi alma, están radicalmente necesitadas de Dios.

No es poco, en los tiempos que vivimos y con la que está cayendo, entre nosotros, sobre nuestra maltratada religión católica, que es tan vieja en España, como España misma, y sobre estos alardes para vivir sin Dios. Sí, porque lo digo a Dios: mi alma está sedienta de ti, y para redondear añado: mi carne tiene ansia de ti. O sea que todo mi ser, aun sin sentirlo sensiblemente, tiene sed del Dios vivo y ansía, como quien físicamente tiene hambre, la viva presencia de Dios en su vida.

Un bonito Salmo

Conviene aprenderlo de memoria, este bonito salmo, porque es como una constante jaculatoria poder repetir a menudo, cuando nos apremia lo carnal, o sea la crisis financiera esa tan actual, aquello tan hermoso: Tu gracia vale más que la vida.

Olé por el salmo: la gracia, o sea la vida divina, vale más que la vida humana, es una obviedad pero! qué bien sabe y cuanto se agradece recordarlo al recibir el agobio por lo material!

Así que no es extraño que el orante cristiano, por boca del Texto inspirado por Dios, diga saltando de gozo:

Toda mi vida te bendeciré… durante todo el día voy a alzar mis manos invocándote, a ver si así me sacio como de enjundia y manteca, dice precisamente el salmo, y así alabo a Dios con todo mi gozo.

A la sombra de tus alas

Si durante el día, desde que me levanto, estoy en ésas, es más que lógico que “en el lecho” me acuerde de Él; que cuando velo medite en ti y que, sobre todo y en todo momento, “a la sombra de tus alas” cante con júbilo.

¡Faltaría más! Este compendio de favores divinos hace que entonces mi quehacer bendiga a Dios y mis labios le alaben.

Así que si quieres orar con los salmos, apréndete de memoria éste, y dilo al afeitarte, si lo haces cada mañana y eres varón, o cuando lanzas tu primera mirada en el espejo al desperezarte. Verás cómo funciona; qué bien te va, que sí, que sí: que tu gracia vale más que la vida.