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Dios es cercano

No es un Dios lejano e indiferente, sino lleno de amor y de ternura por cada hombre y mujer. A diferencia de nosotros, hábiles en arruinar vínculos y derribar puentes, Dios permanece fiel, nunca nos deja solos, sino que camina siempre a nuestro lado, aun cuando nos olvidáramos de él.

La existencia de todo ser humano es un camino, una peregrinación. La Sagrada Escritura está llena de historias de peregrinos y viajeros, como la de Abrahán que, siguiendo la voz del Señor, abandonó su tierra para ir al encuentro de Dios. En el camino de la vida nadie está solo, y para nosotros los cristianos, esta certeza es aún más fuerte, pues las palabras de Jesús: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”, nos aseguran que Él nos cuida y nos acompaña siempre.

Entre los símbolos cristianos de la esperanza está el ancla, que evidencia cómo la esperanza cristiana no es un sentimiento indefinido, que quisiera mejorar el mundo con la propia fuerza de voluntad, sino la seguridad en lo que Dios nos ha prometido y realizado en Jesús.

(AUDIENCIA GENERAL - Miércoles 26 de abril de 2017)

Evangelio según San Juan 3,16-21.

“Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna.

Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

 En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.