«[El obispo Miège] las llevó a ver la casa de campo que sería el convento propiamente dicho. Sintieron una profunda satisfacción, a pesar de un poco de soledad, al pasar del aire agitado exterior a una casa totalmente desprovista de muebles. Estaba recién pintada, muy limpia, pero aún no estaba decorada. Por supuesto, las habitaciones eran diminutas, tal como la Madre Xavier había dicho que eran. En lo que iba a ser la sala comunitaria, unos pocos troncos ardían en la chimenea. Un pequeño gato miraba con nostalgia, girando perezosamente la cabeza para ver a las recién llegadas y ver la causa de la perturbación de sus sueño. Evidentemente, estaba satisfecho con los visitantes, ya que se levantó y ronroneo a su alrededor como para darles la bienvenida. Entonces y allí se convirtió en un adepto de la comunidad. […] Su equipaje llegó la tarde de aquel primer día. Los dos pianos estaban sin estrenar; uno se colocó en el salón, el otro en la sala que se iba a utilizar para la enseñanza de la música. Las dos guitarras fueron a los mismos lugares. […] Poco a poco esta habitación tomó un tono más hospitalario. […] Como comer de pie nunca es demasiado cómodo, el obispo Miège pensó en los bancos del edificio de la escuela y envió al Hermano John a buscar un par de ellos. No había todavía ninguna mesa de comedor; ni habría ninguna hasta que se pudiera hacer. Esto llevó algunos días. Los catorce cuadros representando los acontecimientos de la vida de san Vicente de Paúl fueron colgados en las paredes de la sala de comunidad. La ropa de cama fue desempacada, pero las Hermanas descubrieron que el piso sería su única cama por un tiempo».
– de “COME NORTH!” La historia de la vida de la Madre Xavier Ross, Valiente pionera y fundadora de las Hermanas de la Caridad de Leavenworth, por la Hermana Julia Gilmore, S.C.L., pp. 97-98