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La Iglesia ayuda en Centroamérica tras un huracán como el Mitch

Miles de hondureños amanecieron el viernes todavía subidos a los techos de sus casas a la espera de ser rescatados, mientras la depresión tropical Eta abandonaba el país dejando atrás una estela de muerte, dolor y daños a infraestructuras y cultivos. Según informa EFE, al menos nueve niños y dos adultos han fallecido por su causa. Más de 6.000 personas han sido evacuadas y 3.539 están en albergues o casas de allegados debido a las lluvias que han causado inundaciones, derrumbes de tierra y rocas, más de 400 viviendas afectadas y la destrucción parcial o total de al menos nueve puentes. El Gobierno declaró el miércoles el estado de emergencia nacional.

Muchos de los damnificados se encuentran en los alrededores de las ciudades norteñas de San Pedro Sula y La Lima. Damnificados y daños graves también hay en otros departamentos como Gracias a Dios, Olancho, El Paraíso, Colón, Atlántida, Copán, Lempira, Intibucá y Yoro, y en menor grado en el resto del país.

«En varios lugares de los departamentos de Yoro y Olancho ha estado lloviendo más que cuando el Mitch», que en 1998 dejó 9.000 muertos en la región y pérdidas económicas y materiales en Honduras por más de 4.000 millones de dólares, enfatizó Francisco Argeñal, jefe de Meteorología del Centro de Estudios Oceanográficos y Sísmicos (CENAOS) de Honduras. Desde entonces no se había repetido en la región un fenómeno atmosférico de fuerza equiparable.

Pastoral samaritana

Ante la magnitud de la destrucción, que se suman a las consecuencias de la crisis sanitaria de la COVID-19, la Conferencia Episcopal de Honduras ha lanzado un llamamiento pidiendo solidaridad, del que se hace eco la agencia Fides. Después de instar a los fieles a seguir las instrucciones de las autoridades y no correr riesgos ni físicos ni de contagio de coronavirus, los obispos agradecen a los párrocos la atención pastoral que están prestando. Y les piden, a ellos y a los equipos de pastoral social, que aumenten su compromiso en estas difíciles circunstancias.

Ya horas antes el cardenal Óscar Andrés Rodríguez, arzobispo de Tegucigalpa, había pedido que las iglesias se convirtieran en centros de recogida y reparto de víveres y en albergues para los afectados. «Todos estamos conmovidos por esta tragedia y vemos los daños», afirmaba en un mensaje a los sacerdotes que recoge La tribuna de Honduras. Por ello, «quisiera pedirles que puedan activar la pastoral samaritana en cada parroquia».

«Dios está con nosotros»

Aunque reconocía la dificultad que suponen las restricciones frente a la pandemia, advertía de que los efectos de Eta son «peores, porque hay gente que sufre inmediatamente». Por eso instaba a que se reclutara la ayuda de los fieles para conocer las situaciones de mayor necesidad.

Estas personas de a pie han destacado también, en medio de la desgracia, por su solidaridad espontánea. Según EFE algunos, incluso de ciudades distantes como Omoa y Cortés, en el Caribe, pusieron a disposición de los afectados lanchas que en condiciones normales utilizan para la pesca. Otros han ayudado a los cuerpos de socorro con comida caliente, agua, colchonetas, mantas, mascarillas para atender prioritariamente a mujeres, niños y ancianos.

«No deben olvidar que Dios está con nosotros y que nunca desampara a nadie», afirmaba por otro lado el cardenal en su mensaje. «Ahora es momento de incrementar la fe, de saber que Dios no nos abandona y que más bien ahora nuestra fe debe mostrarse en la solidaridad en la ayuda al que más lo necesite».

En Nicaragua

La tormenta también golpeó Guatemala, donde dejó cinco fallecidos (dos de ellos niños) y a casi 2.300 personas evacuadas. Pero el primer país afectado fue Nicaragua, donde llegó como huracán categoría 4 el martes. Allí, Cáritas ya se ha puesto en marcha para paliar sus consecuencias.

Francisco Chavarría, director de esta organización en el país, explicó al Catholic News Service que están trabajando a lo largo del río Coco, en la frontera con Honduras, donde viven los pueblos indígenas maganya y miskito. Esta primera labor de emergencia se está llevando a cabo en colaboración con Catholic Relief Services, la ONGD de la Iglesia estadounidense, y Trocaire, su homóloga irlandesa. Además, al menos 19 capillas, además de un seminario y un convento de carmelitas, se están usando como refugio.