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Sonriendo, has dicho mi nombre

la sonrisa y la importancia de llamar a cada uno por su nombre. ¡Hay que reconocer que la sonrisa tiene un poder mágico! Lo ilumina todo a su alrededor, tranquiliza y apacigua. Puede servir de gesto de agradecimiento en un paso de peatones protegido para el coche que se ha parado, aunque tenga la obligación de hacerlo. Hay niños muy receptivos a las sonrisas, quienes a su vez, sonríen como ángeles, es una delicia. Puede ser un intercambio rápido en la calle, no hace falta hablar, nos saludamos con una simple sonrisa, porque a menudo tenemos prisa sin más, pero es una sensación muy agradable y que beneficia enormemente nuestro estado de ánimo más allá de lo que pueden explicar los psicólogos.

Maravillas del Evangelio

La sonrisa auténtica brota de un corazón bueno, abierto a los demás, deseando acompañar y dulcificar la vida. Hay personas muy especiales en delicadeza que se pasan la vida sonriendo y diciendo cosas agradables a todo el mundo, sin afectación alguna, con total naturalidad. Es una gracia de Dios, o el reflejo que viven de verdad las maravillas del Evangelio. Brillan en ellas el rostro de Jesús, su dulzura, su atractiva mirada llena de profundidad y amor. “Señor, enséñame tu rostro”. ¡Qué jaculatoria más bonita!... ¿Cómo sería la mirada del señor? Es conveniente que lo meditemos a menudo los cristianos, para mejorar nuestro trato con los demás, a todos los niveles. Claro que podemos sufrir interiormente unos problemas y preocupaciones, incluso unos dramas terribles. Entonces, no olvidemos nunca que Dios nos acompaña siempre en nuestro caminar y que un poco de sonrisa es el mejor método para combatir la tristeza aunque sea por un instante.

Acompañando la sonrisa viene quizás un poco de conversación, entonces es muy importante llamar a cada persona por su nombre. Es de un efecto muy particular porque demuestra una verdadera empatía e interés, aunque por desgracia, nos hayamos olvidado por completo de su nombre. Lo sustituimos por: “cariño, princesa, campeón”, etc… lo más importante es un momento de charla y diálogo de persona a persona. Irradiar el buen humor, que cada uno se encuentre a gusto con el otro, sobre todo en la familia, en una comunidad, en la parroquia, en la calle.

Ecología integral del individuo

En su encíclica “Laudato sí” el Papa Francisco pone de relieve la ecología integral del individuo en el mundo. Es un programa tremendamente ambicioso para nuestro pobre mundo tan atormentado. Pero es exactamente lo que hacía Jesús en el Evangelio: muy a menudo, se acercaba a una persona llamándola por su nombre, interesándose por su problema, admirando su Fe, curando su enfermedad, devolviéndole la gracia con el perdón de sus pecados y tantos gestos más… pasó la vida haciendo el bien para terminar en la cruz por salvarnos.

¿Cómo podemos vivir nuestro cristianismo, ajenos a estas maravillas del señor? Cada día podemos tener ocasión de practicar alguna obra buena, es cuestión de preocuparnos de verdad y vivirlo. El mundo está a falta de calor humano, de diálogo. Hay mucha soledad y tristeza. Siempre podemos abrir los ojos de nuestro corazón, observar a nuestro alrededor, saber escuchar al otro, saber preguntar y también aconsejar con cariño. La gente es muy sensible al cariño, todo esto representa vida dentro del matrimonio, dentro de la familia, dentro de una comunidad o grupo eclesial, dentro de la misma sociedad.

Nuestros últimos Papas han insistido mucho en todo lo que se refiere a la ecología integral de la humanidad. Puede empezar todo por una sonrisa, porque con amor es el reflejo de la sonrisa de Dios.