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Señor, salva a tu pueblo

Y decimos, bien dicho, no a la guerra. Pero hay incoherencias. Porque ese pacifismo insensato no repara en atacar a quien propone el camino de la virtud. Cuando uno dice que el Señor es fuerza para su pueblo, el pacifista te contesta que no metas a Dios en eso: que mejor la paz sin Dios. Esto ocurre en la práctica cuando se propone para la paz, el pecado. Es aquello del inglés: la mejor manera de vencer a la tentación, es caer en ella.

Y así nos va. Por eso la súplica de hoy: no me arrebates con los malvados ni con los malhechores. Y malvado, malhechor, es quien propone la paz desde la maldad del corazón, cuando te dice paz y apoya el crimen nefando del aborto o del libertinaje o de la promiscuidad.

Cuando se le llena la boca hablando de justicia y no da a Dios lo suyo.

Y esta clase de gente abunda porque quiere ignorar que no hay injusticia mayor que la de defender a Dios. Lo más injusto es el pecado. Sostener esto es hoy heroico y además te tildan de bobo, estúpido y desencarnado. No hay más que observar las reacciones públicas sobre eso de los autobuses que decían que quizás no exista Dios.

A parte de memos, esos pobres que financian semejantes campañas, olvidan que su vivir de cada día no es otra cosa que el milagro de la creación continuada. Y que crear es sólo cosa de Dios.

Ante este entorno hostil le pido a Dios: no seas sordo a mi voz; escúchala cuando te pido auxilio, cuando alzo mis manos hacia tu altar… tú me socorres; tú alegras mi corazón; yo te canto agradecido.

El salmo que comento es muy oportuno para reaccionar ante esa gente, ese ambiente social, que habla, propone campañas, dice que se solidariza, se les llena la boca con lo de la paz, pero resulta que, al mismo tiempo, incitan al odio, al menosprecio con el que no comulga con ellos y, sin poder disimularlo, rebosan su corazón de maldad. Por eso terminamos así, compadecidos de un pueblo con tales protagonistas: “Señor”, salva a tu pueblo; se su pastor; llévalo siempre contigo; escucha mi voz suplicante. Y así es como, de verdad, construimos la paz.