Montar el nacimiento  en casa es en verdad un acto de piedad. Así lo consideró San Francisco de Asís cuando en aquella noche de Navidad de 1223, en un bosque cercano a Greccio, en Italia, anunció que “cualquier tierra podía ser Belén” si las personas sentían en su corazón el deseo de venerar el nacimiento del Niño Dios y recrearlo. 

A la madre de un amigo mío le escuché decir que ofrecía todas sus contrariedades y padecimientos en favor de las benditas almas del purgatorio, especialmente por aquellas de las que nadie se acordaba, para rescatarlas cuanto antes y llevarlas al Cielo. 

ALLÁ por los años setenta y bastante, me encontra­ba en León ayudando a unos amigos en la difusión de un ma­nifiesto católico en las calles de la ciudad. 

Perdón por el título que he dado. Debería haber sido “consolar al triste” o algo así. Pero todo tiene su explicación y espero que al final te divierta.

EL otro día una buena amiga me decía: ¿Qué pasa que San Antonio no me escucha? Era una pregunta pero también una queja.