Viktor Orbán sostiene que Hungría no debe tener una democracia liberal, sino una basada en los valores tradicionales nacionales y cristianos.
Su visión de Europa, que apuesta por recuperar las raíces cristianas y por ello rechaza la islamización vía inmigración, choca por tanto con la de la mayor parte de la clase política gobernante en el continente, con excepciones como la de Polonia.
Es la tercera vez consecutiva que Fidesz gana las elecciones generales en Hungría, después de 2010 y 2014, aparte de su victoria en el año 1998. Y es la primera vez, desde la caída del comunismo en 1989, que un partido gana tres veces seguidas unas elecciones.
El segundo partido más votado es el ultraderechista partido Jobbik, con el 20%, mientras que la coalición de izquierdas liderada por los socialdemócratas ha obtenido un 12 % de los votos.
Otros partidos que superaron el umbral del 5% de los votos para entrar en el Parlamento serían los ecologistas del LMP con el 6,5%, así como la izquierdista Coalición Democrática (5,3 %).
La participación ha sido muy elevada. Concretamente un 70 %, la mayor desde 2002, lo que obligó a retrasar en varias horas el cierre oficial de los colegios para permitir que toda la gente que estaba haciendo cola pudiera votar.
Los analistas políticos han fracasado al pronosticar que una alta participación podría suponer que la victoria de Orbán fuera menor de lo que finalmente ha sido.
