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Hace 100 años ocurrió el “Milagro del sol” de la Virgen de Fátima

centenario del milagro del sol, fátima

El 13 de octubre de 1917, ante miles de peregrinos que llegaron a Fátima, se produjo el denominado “Milagro del sol”, en el que, después de la última aparición de la Virgen María a los pastorcitos Jacinta, Francisco y Lucía, se pudo ver al sol temblar, en una especie de “danza”, según relataron los que estaban ahí.

Luego de una intensa lluvia, las oscuras nubes se abrieron y dejaron ver el sol, que según los testigos lucía como un suave disco de plata. Entonces, la luz del sol tomó diferentes colores y el sol pareció caer sobre las miles de personas, que se habían ya puesto de rodillas.

El periodista del diario portugués O Século, Avelino de Almeida, estimó entre los 30 mil a 40 mil personas, las presentes al momento del milagro, mientras que el profesor de ciencias naturales de la Universidad de Coimbra Joseph Garrett, que al igual que el periodista De Almeida estuvo en el lugar ese día, estimó el número de testigos en 100 mil.

El milagro duró alrededor de tres minutos. Además del “Milagro del sol”, los pastorcitos dijeron haber visto imágenes de Jesús, la Virgen María y San José bendiciendo a la multitud. La Virgen se presentó como la Señora del Rosario.

En la actualidad, cada 13 de octubre también se inicia la Novena a San Juan Pablo II, aquel “Santo Padre” del que se habló en el tercer secreto de Fátima.

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Sor Lucía hace de ella el siguiente relato en su Memoria IV (1941).

El trece de octubre- 6ª aparición

Día 13 de octubre de 1917. Salimos de casa bastante temprano, contando con las demoras del camino. El pueblo estaba en masa. Caía una lluvia torrencial. Mi madre, temiendo que fuese el último día de mi vida, con el corazón partido por la incertidumbre de lo que iba a suceder, quiso acompañarme. Por el camino se sucedían las escenas del mes pasado, más numerosas y conmovedoras. Ni el barro de los caminos impedía a esa gente arrodillarse en la actitud más humilde y suplicante. Llegados a Cova de Iría, junto a la carrasca, transportada por un movimiento interior, pedí al pueblo que cerrase los paraguas para rezar el Rosario. Poco después, vimos el reflejo de la luz y, seguidamente, a Nuestra Señora sobre la encina.

–¿Qué es lo que quiere Vd. de mí? –Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honor; que soy la Señora del Rosario; que continúen rezando el Rosario todos los días. La guerra va a acabar y los soldados volverán con brevedad a sus casas.

–Tenía muchas cosas que pedirle: si curaba a algunos enfermos y si convertía a algunos pecadores; etc… –Unos, sí; a otros no. Es preciso que se enmienden; que pidan perdón por sus pecados.

Y tomando un aspecto más triste:

–No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido.

Y, abriendo sus manos, las hizo reflejarse en el sol. Y, mientras se elevaba, continuaba el reflejo de su propia luz proyectándose en el sol.

He aquí, Exmo. Señor Obispo, el motivo por el cual exclamé que mirasen al sol. Mi fin no era llamar la atención de la gente hacia él, pues ni siquiera me daba cuenta de su presencia. Lo hice sólo llevada por un movimiento interior que me impulsaba a ello.

Desaparecida Nuestra Señora en la inmensa lejanía del firmamento, vimos al lado del sol, a S. José con el Niño y a Nuestra Señora vestida de blanco con un manto azul. S. José con el Niño parecían bendecir al Mundo, con unos gestos que hacían con la mano en forma de cruz.

Poco después, desvanecida esta aparición, vimos a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, que me daba idea de ser Nuestra Señora de los Dolores. Nuestro Señor parecía bendecir el Mundo de la misma forma que S. José.

Al desvanecerse esta aparición me pareció ver todavía a Nuestra Señora en forma parecida a Nuestra Señora del Carmen.

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