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El Lunes empiezo...

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Sin embargo, lo seguimos intentando con aquellos propósitos que consideramos más importantes, más cercanos a nuestro corazón. Pero, ¿qué tiene de especial el cambio de año, de mes o de semana?, ¿quién no está familiarizado con la expresión: Sí, el lunes empiezo, ¿Qué tienen de especial los lunes?.

Algunos podríamos decir que tanto los lunes, o el nuevo mes, o año nos dan una sensación de comienzo. Nos hace sentir que podemos empezar de nuevo, que tenemos una nueva oportunidad para hacerlo mejor y para ser mejores. En este video de IKEA, vemos, de una forma bastante dulce y peculiar, cómo cada día es una nueva oportunidad para reescribir nuestra historia.

Esta publicidad nos muestra a dos bebés despertando temprano por la mañana, pero se van haciendo más grandes conforme va pasando el día. Ya en la noche se ve a dos adultos que regresan a casa y van a dormir para despertar nuevamente como bebés a la mañana siguiente. Y aunque es un anuncio para muebles y decoración, ¿no es esta acaso una figura bastante elocuente de la realidad invisible que representa tener un nuevo día?. Dios nos regala nuevas oportunidades, un nuevo comienzo todos los días.

¿Pero cómo traducir esto a nuestras vidas?, ¿Quién no se ha sentido desesperanzado por la propia falta de constancia, por haber fallado en algo que resolvimos hacer pero que quedó en nada?, ¿Quién no se rindió?. Puede ser algo tan cotidiano como esa promesa de ir al gimnasio, ser más disciplinad@ y levantarse más temprano. O tal vez algo más profundo, como postergar el perdón a alguien o llevar una carga de dolor del pasado que nos endurece y avejenta.

En su pedagogía de padre, es Dios el que nos alienta y nos dice que no nos estanquemos en lo que pasó, en lo que hicimos o dejamos de hacer. El desaliento y la autocompasión no traen nada bueno. Rindamos honor a esa nueva oportunidad que Dios nos regala cada segundo de vida. Ni siquiera tiene que ser una nueva mañana, sino cada momento. Hace 20 minutos perdí la paciencia, ok, tengo este nuevo minuto en que puedo corregirme y reparar el daño causado. El problema no yace tanto en la falta cometida, sino más bien en perseverar en el error, no arrepentirme y no rectificar.

Lo mismo pasa en el plano espiritual y es esto también de lo que se trata la conversión, pues ésta no es un evento que sucede una vez en nuestra vida, sino un proceso que se da cada día, todos los días. Es una maratón en la fe, durante la cual tendremos varios tropiezos y caídas, pero el apoyo nos viene de los sacramentos (¡sobre todo de la confesión!) y de la oración. El fortalecimiento de nuestro carácter vendrá de los pequeños sacrificios que estemos dispuestos a ofrecer todos los días. 

Finalmente, identifiquemos y aprovechemos cada nuevo comienzo que Dios nos regala. Sabiendo que la esperanza que necesitamos para volver a empezar nos vendrá directamente de la relación con nuestro Señor. Nuestra cotidianidad con Él nos dará la certeza de la fe, de su ternura y de sus consuelos.

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